Con motivo de su anunciada ausencia de la reunión del exclusivo club de países “fifís”, mejor conocido como G-20, el señor Presidente ha recibido, otra vez, críticas injustas que lo definen como un “político de rancho”, ajeno al mundo. No intento polemizar al respecto pero creo, con todo respeto, que podríamos encontrar algunos ejemplos que demuestren lo contrario.

Una porción importante de sus críticos suelen compararlo sólo con el general Hugo Chávez. Al igual que Chávez, dicen, López Obrador piensa que ha sido elegido no para gobernar, sino para cambiar la historia, para purificar al país. Y agregan: al igual que Chávez, tiene una fascinación por sí mismo y su papel en la historia, incluso se ha comparado con Jesucristo. Si Chávez se creía Bolívar, López Obrador se cree Juárez. Si Chávez ofreció al Revolución Bolivariana, él ofrece la Cuarta Transformación.

No digo que falte razón a quienes piensan así, digo que Chávez no es la única fuente del señor Presidente. Creo que Andrés Manuel es un hombre de convicciones arraigadas en sus lecturas de juventud, pero también un pragmático, un político de su época, atento al entorno internacional, donde también encuentra fuentes de inspiración.

Es un político inteligente que no quiere asustar a nadie. ¿Qué pasaría si dijera, por ejemplo, que su dicho de que “el gobierno era un comité al servicio de una minoría”, es una paráfrasis extraída de El Manifiesto Comunista? Dice tal documento: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”. Como clase burguesa ha quedado en desuso, “minoría rapaz” suena mejor.

Ya en el gobierno, ha llevado al Plan Nacional de Desarrollo otra paráfrasis de una idea de Marx y Engels: la revolución de las conciencias. Y cito: “¿acaso se necesita una gran perspicacia para comprender que con toda modificación en las condiciones de vida, en las relaciones sociales, en la existencia social, cambian también las ideas, las nociones y las concepciones, en una palabra, la conciencia del hombre?”.

Como también es un hombre práctico atento a la realidad contemporánea, ha tomado las mejores prácticas de algunos otros gobernantes. Doy algunos ejemplos:

Víctor Orban, quien lleva 12 años gobernando Hungría, tuvo la idea de ampliar de 8 a 15 los miembros del máximo tribunal de su país para hacerse del control del mismo. El señor Presidente ya no tenía que inventar nada, sólo seguir el ejemplo y lo hizo a través de su partido, con una iniciativa para ampliar la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con lo cual él también controlará al Poder Judicial.

Vladimir Putin, 18 años al frente de Rusia, tiene dos medidas para copiar: utilizar el sistema de administración tributaria contra los periódicos críticos, como se hizo aquí lanzando al SAT contra el diario Reforma, y recortar el presupuesto público a los partidos políticos de oposición, como se pretende ya utilizando otra vez a su partido para presentar la iniciativa de ley.

Ahí está también el modelo aprobado para que sea el presidente el que maneje a discreción, por lo pronto, los recursos ahorrados con los programas de austeridad, que puede ubicarlo cerca de otro dictador, el general Augusto Pinochet, quien mandó reformar la Constitución de Chile para hacerse él mismo del control del presupuesto público. Pinochet estuvo 17 años en el poder.

La costumbre de gobernar mediante decretos tiene un claro antecedente en Alberto Fujimori, de Perú, y el venezolano Hugo Chávez, quienes, por cierto, tienen una característica en común con otros presidentes como Daniel Ortega, de Nicaragua, y Rafael Correa, de Ecuador: en su momento reformaron la Constitución de sus países para mantenerse en la Presidencia de la República.

A la luz de estos antecedentes, el señor Presidente es claramente un hombre de su tiempo. No veo por qué lo llaman un político de rancho.

Vocero del PAN

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