Parece que el país está hipnotizado por la contienda presidencial. El cruce de acusaciones, los cada vez más agrios spots, lo que se dicen y lo que se hacen los candidatos, el debate, las encuestas. Con tantos elementos que se disparan ante el ciudadano, no es extraño que nos noquee el hartazgo.

Pero mientras todo esto sucede, y la atención pública se concentra en comentar y predecir quién será el sucesor de Enrique Peña Nieto, una grave, novedosa e inusual amenaza contra la seguridad nacional está creciendo sin que el Estado muestre la mínima capacidad para enfrentarla, sin que los candidatos le den en sus discursos la dimensión que merece y sin que obtenga mayor atención de la opinión pública (y por tanto no se ejerza sobre el gobierno la presión que ameritaría).

El hampa ha encontrado una nueva veta de la cual extraer recursos: sabotear trenes. Según informes de inteligencia que tengo en mi poder, este delito arroja a las organizaciones criminales varias fuentes simultáneas de ingresos: se roban las vías del tren para venderlas, esto les permite descarrilar trenes de compañías que no han cedido a sus extorsiones y encima saquean el contenido de los vagones.

La trifecta vías-extorsión-saqueo es sumamente rentable.

El asunto se vuelve aún más peligroso porque lo de menos es que se roben un cargamento de granos. Lo más riesgoso es que suele haber personas viajando en los trenes, muchas veces migrantes que pueden perder la vida en un sabotaje de estas características (en la sofisticada operación criminal en Orizaba hubo varios heridos). Y no solamente eso: es común que los ferrocarriles transporten productos químicos extraordinariamente peligrosos que, de llegar a vaciarse al aire libre, podrían exterminar a comunidades enteras.

La tragedia está apuntada. El asunto puede ser una malnacida desgracia de proporciones inimaginables, un infierno a las puertas de la elección presidencial.

El Ejército y la Policía Federal no tienen capacidad para vigilar los miles de kilómetros de vías de ferrocarril que tiene nuestro país. Lo han confesado en las reuniones en las que ha empezado a abordarse este problema, según me comentan diversas fuentes. Pero quizá no es eso lo que hace falta: en ningún país del mundo sus fuerzas de seguridad tienen un elemento cada 200 metros de vías férreas; lo que funciona mejor es la inteligencia, cortar de tajo los intentos de extorsión, ubicar y perseguir a las organizaciones criminales y detener a quienes las lideran.

No es sencillo, pero tendrían al menos que mandar señales inequívocas de que no están desdeñando un peligro de esta magnitud, una bomba de tiempo a la que se le acaban los segundos.

SACIAMORBOS. Otra bomba de tiempo. Lo del avión que se vino abajo en Cuba tiene todas las características de escándalo. Es cosa de rascarle tantito. Ya empezaron a salir algunas cosas. Seguro crece. Y apunta a sitios a donde el desdén y la corrupción han apuntado ya antes.

historiasreportero@gmail.com

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