Si con Peña Nieto no hubo sorpresas, con López Obrador tampoco las está habiendo. Nadie puede decir que no lo advirtieron en campaña:

Peña Nieto llegó al poder hace seis años amparado por el “que se vayan los pend… aunque regresen los corruptos”. Detrás estaba la reflexión ciudadana de que doce años de panismo no habían logrado las grandes transformaciones que habían prometido Fox y Calderón. El presidente Peña se estrenó con una retahíla de reformas estructurales, y en lo que a corrupción se refiere, rebasó las expectativas.

López Obrador no dudó en campaña de distanciarse de las iniciativas de la sociedad civil. Incluso entró en franco enfrentamiento con organismos ciudadanos y los descalificó. Además, todo mundo sabe que el próximo presidente de México es un hombre autoritario. A menos de una semana de su triunfo, se muestra consistente con su autoritarismo y desdén a los contrapesos ciudadanos: ya anunció que no irá en la ruta de las voces que se congregaron bajo el lema #FiscalíaQueSirva. No quiere que la PGR, la Fiscalía Anticorrupción ni la Fiscalía para Delitos Electorales sean autónomas, independientes y puedan investigar al Poder Ejecutivo. Así que no aceptará este contrapeso y apuesta por nombrar a estos funcionarios estratégicos como se ha hecho históricamente en tiempos de lo que él llama PRIAN: mandando una terna al Senado para que escoja (claro, en el Senado tiene mayoría).
Al inicio de su sexenio, Peña Nieto creyó que con el Pacto por México se había ganado tal fama hasta internacional que podía hacer lo que quisiera. Se estrelló con una ciudadanía que terminó rechazando eso de que no fueran pend… aunque fueran corruptos. No entendió, no leyó bien el ánimo social y eso lo llevó a la debacle.

Si Peña minimizó la corrupción y fue la kryptonita del hombre que, según la prensa internacional, estaba Salvando a México (Saving Mexico, decía la famosa portada de Time), quizá el autoritarismo sea la kryptonita de este Súper-AMLO del 53%.

SACIAMORBOS.

Francia vs. Bélgica. A las afueras de Bruselas está el barrio de Molenbeek. Ahí vivían, de ahí salieron, eran de nacionalidad belga la mayoría de los fundamentalistas islámicos que atentaron en París aquel triste noviembre de 2015. Molenbeek, mayoritariamente árabe, fue estigmatizado como el barrio de los terroristas. La policía realizó redadas como reacción a los ataques. Ahí, en Molenbeek, vivió Romelu Lukaku, estrella de la selección de Bélgica y del Manchester United. Enojado por la persecución policiaca y la estigmatización de su barrio, puso su casa en venta. Las máximas estrellas de ambas selecciones provienen de familias inmigrantes: Lukaku del Congo, el francés Mbappé de Camerún.

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