Algunos capos de la droga mexicanos no son tan famosos ni conocidos, pero sus alcances y su fortuna ameritarían que lo fueran.

En esta pulverización de los cárteles del narcotráfico que experimenta nuestro país desde hace años, en la que el territorio se reparte entre un mayor número de organizaciones que antes, surgen algunas figuras relevantes.

Es el caso de dos jóvenes que terminaron heredando (aunque sin las dimensiones de lo que llegó a ser en su época de oro) el Cártel del Golfo, dominando el trasiego de droga en Tamaulipas, sobre todo en la zona sur de la entidad, en un corredor que llegaría hasta el vecino Pánuco, Veracruz.

Dos hermanos. Jóvenes. José Silvestre y Marco Antonio Haro Rodríguez. El R1 y El R2.

Se les veía en vehículos último modelo, patrocinando fiestones, derrochando dinero, sin pudor, llamando la atención, con la tranquilidad del que se sabe impune, se sabe protegido. Por algo Tamaulipas en la práctica dejó de ser —desde hace dos décadas y aquí lo hemos denunciado una y otra vez— parte del Estado mexicano para convertirse en una especie de tercera nación, que no es México ni Estados Unidos, sino que es gobernada por los capos de la droga. Y ellos mandan, someten a autoridades formales y sociedad, reprimen las libertades (marcadamente la de expresión), cobran impuestos ilegales y una larga lista de atropellos a manera de etcétera.

El primero que cayó fue El R1. A José Silvestre le apodan El Chive. Cayó el 22 de abril de 2015 en Tampico, Tamaulipas. Su organización respondió, de entrada, con narcobloqueos, balaceras y un intento de rescate. Y a los pocos meses a su hermano Marco Antonio a quien apodan El R2 y El Toñín.

De qué tamaño habrá sido su poder que según me comparten fuentes federales, al momento de la detención, El R2 ofreció a sus captores 20 millones de pesos en efectivo:

—No tengo que ir a conseguirlos, los tengo guardados ya en una maleta, listos—, me relatan que les habría planteado a los integrantes del comando de élite del Ejército, la Agencia de Investigación Criminal de la PGR y la Policía Federal que lograron detenerlo en Altamira, Tamaulipas.

Una sucesión de gobernadores corruptos, criminales, ha dejado a los ciudadanos de Tamaulipas a merced de dos generaciones de narcotraficantes. Notablemente, los gobiernos priístas de Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, que tienen procesos en curso a nivel nacional e internacional. Sin dejar de mencionar que según algunos medios, El R3, heredero del trono, dijo que sus jefes seguían pasando dinero al actual, el panista Francisco García Cabeza de Vaca. Sobre él no hay ningún proceso que se sepa y su administración negó tal soborno.

SACIAMORBOS. Ya no sólo el Ejército, que tiene la espina clavada por lo que hizo a sus elementos al abatir un helicóptero. Ya también la Marina le entró a la búsqueda de El Mencho, líder del Cártel de Jalisco Nueva Generación.

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