Esta semana Alfonso Durazo, el probable secretario de seguridad pública del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, concedió una interesante entrevista al diario El País. Entre otros temas, hablo de plazos y metas para evaluar a la siguiente administración en materia de seguridad pública.

Al parecer, estaría pensando en tres horizontes temporales. Cito de la nota: “El primero (sería) dentro de seis meses. “A los 180 días se hará un corte de caja que servirá para ajustar la eficacia de la estrategia”, señala. El segundo, dentro de tres años, en el que estima que los niveles de violencia serán los de un país de la OCDE... El tercer objetivo, al final de su mandato en 2024, será entregar un país en paz”.

No es la primera vez que Durazo menciona esos objetivos. El 11 de julio, en entrevista con Azucena Uresti en Milenio TV, afirmó lo siguiente: “En el primer trienio, la meta es tener condiciones de seguridad similares a las de países con las que compartimos participación en organismos como la OCDE, o algunos otros de esa naturaleza.”

Para los no iniciados, la OCDE es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, una institución multilateral que agrupa a los países ricos del mundo (y algunos países de ingreso medio como México o Chile).

¿Y cómo son las condiciones de seguridad en los países que integran esa organización? No es fácil hacer comparaciones internacionales en la materia, pero habitualmente se usa la tasa de homicidio como métrica. En promedio, entre los países miembros de la OCDE, se cometieron 3.6 asesinatos por 100 mil habitantes en 2015.

En ese año, la tasa de homicidio en México andaba en 17 por 100 mil habitantes. En 2017, cerró en 25 por 100 mil habitantes y probablemente se ubicará en 2018 en un rango de 26 a 27. Es decir, se cometerán durante este año aproximadamente 35 mil homicidios.

Si quisiéramos tener una tasa de homicidio cercana a 4 por 100 mil habitantes en tres años, el número de homicidios tendría que disminuir dramáticamente: en 2021 no podrían sumar más de 5 mil 200 (aproximadamente). Eso equivale a una reducción de 85% en tres años.

¿Es posible una caída de esa magnitud? Todo es posible, pero no es muy probable (por decirlo de algún modo). En México, de 1931 a la fecha, la tasa de homicidio nunca ha sido inferior a 8.3 por 100 mil habitantes. Ese piso, alcanzado en 2007, es dos veces superior a la meta trazada por Alfonso Durazo.

Pero, además, no se llegó rápidamente a ese nivel. Para disminuir la tasa de 17 a 8 por 100 mil habitantes transcurrieron 12 años. A Estados Unidos le tomó 20 años llevar su tasa de homicidio de 9 a 5 por 100 mil habitantes. En Colombia, para reducir en dos terceras partes la tasa de homicidio (de 70 a 24 por 100 mil habitantes), pasaron 16 años y cuatro periodos presidenciales (dos de Álvaro Uribe y dos de Juan Manuel Santos). De hecho, no se me ocurre ejemplo alguno a escala nacional de una caída de la magnitud propuesta en el tiempo señalado.

Dicho de otro modo, la nueva administración se está planteando un objetivo incumplible. ¿Pero no es bueno tener un propósito ambicioso, así sea solo como aspiración? Sí, pero hay una diferencia entre ambicioso e imposible. No se gana nada y se puede perder mucho (la confianza de la gente, por ejemplo) prometiendo lo que no se puede.

Celebro entonces la ambición del nuevo equipo gobernante, pero sugiero que se combine con una dosis de realismo. Es bueno tener los ojos en las estrellas, pero solo si los pies se mantienen bien anclados a la tierra.

alejandrohope@outlook.com
@ahope71

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