Por Óscar Colorado Nates*

En el terremoto de 1985 la comunicación se bloqueó: los teléfonos enmudecieron, los entusiastas de la radiofrecuencia sirvieron como enlace hacia el extranjero para dar cuenta de lo que ocurría en México. Los canales tradicionales de televisión, prensa y radio eran la manera de informar lo que iba ocurriendo.

En aquel momento trágico se hizo patente la solidaridad de propios y extraños: Todo el mundo colaboraba, ya fuera como rescatista, apoyando con despensas, cobijas, agua… México dio un ejemplo al mundo de solidaridad.

32 años después, el 7 de septiembre de 2018 ocurre un sismo aún peor, el llamado Terremoto del Siglo. Para comenzar en la Ciudad de México no pasó, afortunadamente, a mayores: no pasó del susto. En cuanto terminó el fenómeno todos corrimos a las redes sociales que se vieron inundadas, cuasi-instantáneamente de memes.

Sin embargo, país centralista como seguimos siendo, se nos olvidó muy rápido que la tragedia fue mayúscula en las zonas cercanas al epicentro: Oaxaca y Chiapas las entidades más lastimadas. Hoy se habla de un millón de damnificados.

Y, en lugar de solidaridad, ayuda, despensa y rescate, las víctimas de la tragedia recibieron a celebridades y los políticos que se hicieron “la selfie en movimiento”. Una vez recogida la imagen y distribuida por las distintas redes sociales, aquí se rompió una taza y cada quién para su casa.

Hoy por la mañana un amigo de España, José Mercado me escribía: “ ...a mi me llama la atención la facilidad que tenemos los humanos en ponernos a grabar o fotografiar gente herida sin ninguna ética. Yo a esa gente no profesional les preguntaría, ¿Qué pensarían si ellos fuesen los que están gravemente heridos en el suelo y viesen a alguien grabarles y no ayudándoles?”

Me parece que para los reporteros gráficos, camarógrafos y periodistas la situación es clara: su deber y vocación es informar, dejar historia. Tan criticado como fue Jacobo Zabludovsky a lo largo de su carrera, en el momento decisivo del terremoto reportó desde su coche equipado con teléfono lo que ocurría: se convirtió en una crónica fundamental de los hechos y conforma hoy parte de la memoria histórica. Así que Jacobo hizo, en ese momento, lo que su vocación le obligaba: registrar, reportar, informar. Lo mismo ocurre con los profesionales de la información.

Pero ¿Y las figuras de la farándula? ¿Y los políticos con aspiraciones presidenciales? ¿Tienen derecho a explotar esta crisis y beneficiarse personalmente, utilitariamente?

Si México tenía motivos de orgullo en el sismo de 1985, en el de 2017 es para dar vergüenza. Hoy que estamos más conectados que nunca en las redes, estamos más desconectados que nunca entre nosotros. Vemos a cinco adolescentes en un café todos con sus dispositivos móviles conectados con sus “amigos” en redes sociales. También nos encontramos a madres de familia en alguna zona de comida rápida ignorando a los hijos mientras ven el último mensaje del grupo-de-mamás-del-colegio en WhatsApp o, peor aún, jugando Candy Crush.

De modo que ante esta tragedia que vivimos hoy y que no está ni con mucho acotada, hacemos lo mismo: nos conectamos al “Face”, checamos si ya tuvimos algún “like” en Instagram o mandamos un meme o un emoticon por WhatsApp. ¿Dónde está nuestra conectividad, que antes llamábamos solidaridad?

Y sobre las celebridades y políticos que aprovecharon la circunstancia para hacerse la Selfie: Shame on you! Llamarles sinvergüenzas me parece lo mínimo para calificarles.

Ulises Castellanos escribía en el libro conmemorativo del terremoto de 1985 que si ocurriera en el siglo XXI una catástrofe así quizá la gente solicitaría ayuda desde su celular y que los trending topics serían hashtags como #rescatame. Tristemente se repitió la tragedia, pero no ocurrió lo que Ulises pronosticaba: Con la crisis aún encima y más de 800 mil damnificados solamente en Oaxaca, los trending topics de hoy en Twitter son #FelizLunes, #MiMisióndeLunes o #HaSidoUnaMalaDecisión.

Más que vivir en la era de la conectividad, a veces me parece que vivimos en la era de la explotación, y peor aún, la del olvido.

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* Óscar Colorado Nates, editor de es crítico, analista y promotor de la fotografía. Miembro de y fundador de. Catedrático de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (CDMX).

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