Durante la campaña electoral en Estados Unidos, el entonces candidato Donald Trump prometió a sus simpatizantes que en caso de salir victorioso terminaría con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), argumentando que históricamente los beneficios sólo habían sido para México y Canadá. Lo que en ese entonces parecían amenazas infundadas de un excéntrico millonario se volvió realidad y después de un año de negociaciones, incluyendo un sinfín de sube y baja en la cotización del peso, parece que el fin está cerca (o al menos eso esperamos).

A pesar de la intervención de múltiples empresarios estadounidenses y economistas con inherencia en materia comercial, parece que nadie fue capaz de convencer a Trump de los beneficios tangibles que el TLCAN ha traído a toda la región. Asimismo, especialistas en el ámbito financiero en México, incluyendo al Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), se han dado a la tarea de estudiar los acuerdos planteados por el equipo negociador de Estados Unidos y las repercusiones económicas que traerían a nuestro país en el mediano y largo plazo.

El pasado 27 de agosto, los presidentes Donald Trump y Enrique Peña Nieto comparecieron ante los medios (por separado), para anunciar un principio de acuerdo entre México y Estados Unidos. Minutos después de ambos anuncios, los mercados reaccionaron positivamente y existió una subida generalizada en las bolsas de ambos países, así como la cotización del peso. Sin embargo, no es momento de echar campanas al vuelo ni de pensar que dejaremos de ser el punching bag predilecto del magnate inmobiliario. Sería irresponsable ignorar el significado detrás de la ausencia de Canadá en este pacto
y el no analizar si el acuerdo
obedeció a intereses políticos, más que económicos.

El año pasado Trump notificó al Congreso su intención de iniciar las negociaciones pertinentes con Canadá y México para modernizar el TLCAN, vigente desde 1994, o terminarlo de una vez por todas. Estas negociaciones incluían la participación de los tres países y hoy en día no es claro el alcance legal y aprobación que tendrá el firmar acuerdos bilaterales. Si bien el equipo designado por el primer ministro de Canadá para las negociaciones se regresó antes de un viaje a la Unión Europea para acelerar su inclusión en el TLCAN 2.0, existen todavía distanciamientos considerables en temas forestales y agropecuarios entre nuestros dos vecinos del norte.

El impacto de no incluir a Canadá tiene repercusiones para México, pero son menores a un rompimiento total de las negociaciones sostenidas con Estados Unidos. En el IMEF nos hemos planteado muchas veces la importancia de que México comience a solventar sus relaciones comerciales con otros países para reducir la dependencia con Estados Unidos. Un nuevo tratado sin la participación del país dirigido por Justin Trudeau quitaría el contrapeso necesario que alguien como Donald Trump necesita y podría orillar al gobierno de López Obrador a verse comprometido en futuras negociaciones.

A pesar de que el acuerdo bilateral incluirá un aumento de la regla de origen automotriz a 75%, las exportaciones que no cumplan estos requerimientos no estarán obligadas a pagar los aranceles del 25% planteados en un inicio por Estados Unidos y únicamente se penalizarán con 2.5%.

Además, la famosa cláusula sunset que le daba derecho a Estados Unidos de cancelar el acuerdo cuando quisiera fue omitida. También habrá posibilidad de renegociación cada seis años bajo condiciones prestablecidas; entonces, ¿por qué Trump anunció con bombo y platillo este nuevo acuerdo?

A diferencia de Canadá, queda bastante claro que los presidentes de México y Estados Unidos estaban con el reloj en contra para terminar las negociaciones y anunciar al mundo los objetivos logrados. El presidente Peña Nieto dejará de ejercer su cargo el 1 de diciembre y posiblemente su firma en el acuerdo será el motivo más positivo para recordar su gestión. Resulta aún más importante el peso político para su contraparte estadounidense. El próximo noviembre se celebrarán las elecciones intermedias en Estados Unidos y el Partido Republicano tenía la urgencia de presumir algo que sí haya cumplido la actual administración.

Falta mucho para saber si se ha logrado el objetivo económico de una verdadera reestructura del TLCAN, pero por lo pronto lo que sí podemos asegurar es que las intenciones políticas de Trump y Peña han sido satisfechas.

*Integrante del Comité Técnico Nacional
de Tesorería del IMEF

pablogiron@gvservices.com.mx  

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