En el último año, las organizaciones empresariales se han enfrentado a un periodo de cambios significativos, donde el desarrollo, crecimiento y permanencia de un negocio depende en gran medida de su capacidad para aprovechar oportunidades y aceptar retos, tendiendo a convertirse en un agente de transición inmerso en la era de adaptación tecnológica.

Cuando se trata el término de disrupción, se suele tergiversar con sinónimos como ruptura o separación, que se vinculan de manera inmediata a ideas negativas; sin embargo, ese concepto puede relacionarse a una perspectiva más optimista: viendo a la disrupción como escisión entre mecanismos tradicionales inefectivos en el presente y mecanismos innovadores, teniendo en cuenta que no será un periodo limitado a cierta duración, debido a la influencia que ejerce la constante transformación.

Integrando entonces a la disrupción con la era de alta volatilidad en el ámbito empresarial, más allá de considerar a la disrupción como un riesgo, debe ser vista como una oportunidad, adecuándose al mundo globalizado y las necesidades de sus consumidores para seguir desempeñando sus objetivos; puesto que se debe reconocer que ningún negocio va a subsistir en el mercado eternamente, por lo que deberán cambiar a medida que el mundo cambie.

Una prioridad para conseguir la adaptación. La innovación es la habilidad de estar preparados para concretar retos, siendo flexibles y ágiles, considerando siempre las demandas de los clientes y haciendo que la empresa les otorgue el valor requerido. Ante esta premisa la innovación debe ser una prioridad en la agenda de los directivos para el logro de los objetivos en el largo plazo.

En cuanto a cifras, de acuerdo con el estudio Perspectivas Globales del CEO 2017. Disrupción y crecimiento, 65% de los altos directivos a nivel global y 74% en México perciben a la disrupción con un enfoque tangible, reconocen sus beneficios y el tiempo que conllevará implementarla en sus respectivos negocios, implicando la modificación del actual modelo de negocio, el desarrollo de nuevos productos y servicios o la reconfiguración de su cadena de suministro.

No obstante, la incertidumbre que se desprende del periodo de cambio actual y de variables externas como los recientes cambios en economías vecinas, ha generado una condición de baja confianza. A escala global, ocho de cada 10 altos directivos tenían confianza en los prospectos económicos, hoy esta proporción ha disminuido hasta 65%; siendo México un caso particular con un panorama más pesimista ante el factor anteriormente mencionado, a causa de los riesgos geopolíticos que particularmente intervienen en su modo de operar en el mercado.

Con ello, se refleja una nueva modalidad para avanzar y crecer en un entorno con condiciones difíciles de predecir. Es así como en un mundo de constante actualización, los altos directivos tienen la responsabilidad de adecuarse a los requerimientos de sus clientes y a las tendencias que vayan apareciendo, utilizando de manera correcta sus recursos, aceptando retos con determinación y siempre abiertos a nuevas ideas.

Socio Líder de Asesoría de KPMG en México 

asesoria@kpmg.com.mx

Nota: las ideas y opiniones expresadas en este escrito son del autor y no necesariamente representan las ideas y opiniones de KPMG en México.

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