¿Recuerdas al Sr. Scrooge, el personaje de la novela de Charles Dickens, Un cuento de navidad? Ese hombre rico y exitoso, pero amargado, completamente aislado de los demás, sin capacidad para establecer relaciones afectivas cercanas. Es cínico, negativo, lleno de enojo y resentimiento. Rehuye al acercamiento emocional por temor a ser abandonado o rechazado. El Sr. Scrooge ha olvidado cómo divertirse, reír, dar y recibir amor. Su corazón se ha congelado. Ha perdido todo contacto con el pequeño Ebenezer Scrooge que algún día estaba lleno de esperanza y deseoso de una conexión humana.

¿Cómo llegó a esta postura cínica, amargada y hostil? A partir de situaciones traumáticas cuando niño: la muerte de su madre al traerlo al mundo y el abandono de su propio padre, quien profundamente afligido culpa al niño por la muerte de la madre. Después, el joven y entusiasta Ebenezer toma la terrible decisión de alejarse de la mujer que ama y lo ama, renunciando al amor. Así, a partir de una serie de graves heridas emocionales termina terriblemente amargado. Concentra su energía y su vida en los negocios para conseguir dinero y cosas materiales.

El “síndrome de Scrooge”

Este personaje de Dickens es un buen representante de la amargura, ese estado continuo de resentimiento latente             tan destructivo. La amargura se caracteriza por la hostilidad hacia alguien, algo, la vida, y es el resultado de la represión del enojo y la frustración por cómo hemos sido tratados. La persona amargada se vive como una víctima desamparada y devaluada. Y muchas veces, como el Sr. Scrooge, ni siquiera se da cuenta de esto, simplemente piensa: “el destino me ha hecho una mala jugada y no hay nada que pueda hacer al respecto”. Rechaza al mundo en venganza por la frustración, el rechazo y abandono de que ha sido objeto. Está en una lucha perpetua con el mundo y la vida.

Hay un poco del Sr. Scrooge en cada uno de nosotros

La amargura nos envuelve en algunos periodos de nuestras vidas. Para algunos estos periodos son tan largos como la vida misma. En estos lapsos, adoptamos una actitud negativa, irritable y resentida hacia los demás, quienes, por cierto, muchas veces no tienen ninguna relación con el origen de nuestra frustración, enojo y resentimiento. De esta forma, mantenemos a la gente a distancia, nos resistimos a dar y recibir el afecto que, en el fondo, tanto deseamos. Nos olvidamos de disfrutar del contacto humano, tan necesario para el bienestar y la armonía en nuestras vidas.

Actuamos así a partir de las heridas sufridas a lo largo de nuestra existencia. Nos enojamos con la vida y con quienes están hoy a nuestro alrededor. Adoptamos la actitud de víctimas del destino y nos quedamos en esa postura, “vengándonos” del mundo porque no nos dio lo bueno que “debíamos” haber recibido, porque las cosas no fueron como habríamos querido.

Oportunidad para la redención

Pero, al igual que al Sr. Scrooge en la novela, a nosotros también se nos dan oportunidades para sanar el dolor, dejar atrás el resentimiento, reconciliarnos con la vida y con quienes nos hirieron. El Sr. Scrooge, en una serie de ensoñaciones, pesadillas o apariciones, recibe el mejor regalo en la víspera de la navidad: visiones de su infancia, presente e inevitable muerte.

A nosotros las oportunidades nos vienen a través de crisis y experiencias de despertar que nos hacen ver la forma en que hemos estado actuando. Hay que aprovechar estas circunstancias para resolver asuntos inconclusos y descubrir la capacidad de disfrutar, de maravillarnos, amar y conectarnos a nivel emocional con los demás. Una forma de hacerlo es con la guía de un terapeuta, psicólogo o consejero espiritual. Un profesional de la salud mental y emocional nos puede ayudar a ver las opciones y perspectivas que no hemos podido vislumbrar. Además, nos puede dar herramientas para sanar las heridas que nos impiden avanzar en la vida.

Algunas medidas contra la amargura

Para evitar caer en la amargura o dar los primeros pasos hacia la superación de este sentimiento de injusticia por lo vivido en el pasado, te propongo algunas acciones:

  1. Deja de aferrarte a la herida. En muchas ocasiones, aferrarte es un intento de recordarte a ti mismo y a otros la injusticia experimentada con la esperanza de que alguien te salve y reponga lo perdido. Aferrarte al sentimiento de injusticia sólo refuerza la amargura, no ayuda a dejarla atrás, y sí envenena tu vida destruyendo gradualmente la alegría de vivir.
  2. Cuenta tu historia. Habla acerca de lo vivido, hazlo con una persona entrenada para escuchar y ayudarte a encontrar salidas y soluciones. Un psicoterapeuta te ayuda a encontrar nuevas formas de lidiar con la situación. Hablar con un profesional evitará que cuentes tu historia a tus amigos y familiares una y otra vez de forma negativa. Regodearte en el dolor es una forma de mantenerte estancado en el papel de víctima.
  3. Libera el enojo. Perdonar es una gran liberación, pero sólo si estás listo para hacerlo y si el perdón es auténtico. Antes de perdonar es necesario permitirte sentir el enojo a nivel profundo. Nuevamente, un terapeuta puede ayudarte a hacer una limpieza o descarga emocional.
  4. Perdona. De acuerdo con San Agustín, el perdón es simplemente el acto de renunciar al deseo de venganza, es decir, al deseo de herir a otros por habernos herido. El perdón es un regalo para ti mismo que te permite cerrar completamente una herida.
  5. Concéntrate en el presente. La amargura se alimenta del pasado y de lo que no podrás obtener en el futuro a causa de lo sucedido. Enfócate en las oportunidades presentes y en las metas que sí puedes alcanzar.

Te invito a compartir tus pensamientos, experiencias y preguntas en la sección de comentarios. Tu participación contribuye al crecimiento de todos. Sígueme en . Sígueme en . Lee mi libro .

Google News

Noticias según tus intereses