Ayer fue el Día Internacional de la Mujer, una conmemoración necesaria, indispensable porque aún cuando hay muchos que creen que es exagerado seguir peleando por los derechos de la mujer la realidad muestra que no es así. Aquellos que piensan que la igualdad ya existe cierran los ojos a verdades tan lamentables como el matrimonio de niñas con hombres que les triplican la edad; la mutilación genital femenina (hecha, además, con métodos de lo más atroces); la falta de acceso a la educación; de acceso a un empleo con salario igual por las mismas responsabilidades.

Hoy día, más de 600 millones de mujeres viven en países donde la violencia doméstica no es considerada delito. 70% de las víctimas de violencia en el noviazgo son mujeres. Las estadísticas retratan una situación que ya es prácticamente insostenible: 1 de cada 5 mujeres contrae matrimonio antes de los 18 años, en una gran parte de los casos obligada a hacerlo. El 60% de los casos de embarazo adolescente (en menores de 15 años) está relacionado con el abuso por parte de un familiar o persona cercana.  6 de cada 10 mujeres mayores de 15 años declaran que han sufrido un incidente de violencia alguna vez en su vida y 5 de cada 10 han sido agredidas por su pareja.

Como mujer en realidad, pocas veces te detienes a pensar si tal o cual cosa son un acoso. Te acostumbras a vivir con eso. Por las mañanas al elegir la ropa que habrás de llevar al trabajo piensas si tendrás que tomar transporte público y quizá no te pongas esa falda, que casi nunca te pones, porque sabes que alguien podría meterte la mano y más si el transporte va lleno. Tal vez no te pongas esa blusa porque pasarás frente a la construcción en la esquina de tu trabajo y los obreros siempre gritan cosas obscenas aun cuando vayas vestida de monja, pero al menos te sientes un poco más protegida y nadie te dirá que fue tu culpa que te molestaran porque ibas vestida provocativamente.

Creemos normal que un niño moleste a una niña “sólo porque se supone que le gusta”. Nos acostumbramos a que desde pequeñas y ya como profesionales nos llamen: preciosa, hermosura, guapa en lugar de Licenciada, Doctora, Ingeniera. Nos tragamos el orgullo y la indignación. Todos los días debes pensar si saludarás o no de beso a alguien, no vaya a pensar que le “estás dando alas”, si te sentarás de tal o cual forma, si arreglarás tu cabello, si te maquillarás como te gusta. Todo eso lo hacemos ya sin pensarlo, de forma inconsciente porque nos hemos acostumbrado a que siempre es nuestra culpa simplemente por ser mujeres.

El 8 de marzo es un día para exigir un futuro donde las mujeres puedan decidir en libertad ser o no ser madres sin que ello conlleve un estigma o la pérdida del empleo o de oportunidades futuras truncando su carrera o su propia vida; donde la paternidad se considere igual de importante que la maternidad para la formación y la educación de los hijos; donde las decisiones sean tomadas por hombres y mujeres que hayan contado con las mismas oportunidades de acceder a los espacios para ello; donde las niñas y mujeres no sean discriminadas, acosadas, violadas, humilladas y vejadas…

Hasta que esas cosas no cambien, es justo seguir preguntando, es justo seguir exigiendo y es indispensable seguir luchando.

El 8 de marzo no es un día para "felicitar a las mujeres por ser bellas, lindas y frágiles”, no es un día para regalarles flores y decirles lo maravillosas que son. El 8 de marzo es un día para reflexionar y hacer conciencia, para seguir trabajando en mejorar las cosas para quienes somos un poco más del 50% de la población.

De esas y otras reflexiones se trata el 8 de marzo.

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