Cuando nacieron pesaban apenas un kilo y medio, sus madres con suerte llegaban a la treintena. Meses de privaciones, trabajo forzado, hambre, sed y el miedo, no miedo no, el terror como compañero a cada instante fueron la única compañía constante en la vida de sus madres. 

Nacerían con pocas semanas de diferencia, sin que sus madres supieran que la otra estaba embarazada, sin que sus madres siquiera se conocieran entre si.  El conocimiento del embarazo mismo hubiera significado su sentencia de muerte para los seis. 

Tres bebés que construyeron una historia imposible: nacer y sobrevivir en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial. Mauthausen (conocido como Mauthausen-Gusen desde 1940) fue el campo de concentración donde Hana Berger Moran, Mark Olsky y Eva Clarke llegaron al mundo. 

Ubicado en Austria, Mauthausen era un centro de exterminio que llegó a convertirse en uno de los campos más grandes llegando a tener, más de 85,000 prisioneros obligados todos ellos a trabajo forzado en minas, fábricas de munición, montaje de cohetes. 

Cuando Josef Mengele le preguntó a Priska Löwenbeinová si estaba embarazada, ella no sabía que de su respuesta dependería su vida y la de su futuro hijo. Priska era una de las decenas de mujeres recién llegadas que habían sido obligadas a desnudarse frente a oficiales y prisioneros. Así, apiñadas en el llamado “Balneario”, las mujeres eran “inspeccionadas” hasta en sus partes más íntimas para luego ser interrogadas por el “Angel de la Muerte” sobre su posible preñez. 

Priska, prisionera primero en Auswichtz y luego enviada a morir en Mouthausen, atinó a negar su embarazo de dos meses y medio sin saber realmente el destino que le deparaba a las desdichadas embarazadas que cayeron en las redes de Mengele. Ella al igual que Anka Nathanová y Rachel Friedman vivió las peores condiciones que puede haber para una embarazada. 

Jornadas laborales de más de 14 horas y apenas unas migajas que llevarse a la boca, Priska pudo ocultar su incipiente barriga bajo una vestimenta holgada que le tocó en suerte. Hana, su hija, nació con pellejo pegado al cuerpo el 12 de abril de 1945 sobre una mesa ante guardias de las SS. 

Al día siguiente Priska y su hija fueron enviadas a Mathausen para acabar con sus vidas en las cámaras de gas. Luego de 16 días de viajar en uno de los trenes de la muerte, Priska y Hana llegaron apenas vivas aunque la pequeña Hana padecía una seria desnutrición y una severa infección en la piel. 

Hana, Eva Clarke y Mark Olsky, son aquellos pequeños protagonistas de tres historias de sobrevivencia. Gracias a sus madres y a una gran fortuna hoy siguen vivos y han podido contar su historia en “Born Survivors” un libro escrito por Wendy Holden, que sin duda es un obligado en un año emblemático en el que conmemoramos los 70 años del fin de una de las guerras más crueles que ha librado la humanidad contra si misma. 

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