¿Nunca les ha pasado que están en una reunión y de pronto se dan cuenta que han bebido mucho? ¿Van a una cena y comen demasiado? ¿Pasan por la alacena y pican algo aunque no tengan hambre? ¿Se acaban las sobras de sus hijos o lo poquito que le queda a cualquier empaque con tal de no desperdiciar?

Sí, eso se llama comer por comer (o beber por beber) y nos pasa a todos. Por lo general esta manera de ser es la que hace que, al paso de los años, subamos de peso. De hecho, les tengo que confesar que me acabo de dar cuenta de que estaba en un ciclo así, de comer por comer y como consecuencia subí de peso, pero sobre todo, me sentía mal (sin energía).

Una y otra vez intenté una dieta y para cuando me daba cuenta estaba muy frustrada y de malas o ya la había roto y mandado a volar. ¿Les suena? A mis pacientes si y mucho. Con todo y que soy nutrióloga y tengo ciertas herramientas que en teoría me deben facilitar las cosas, pues dejar de comer es dejar de comer y para la mayoría es un tema complicado

Entonces, pensando en qué escribir llegué a un par de conclusiones:

1. La dieta o el plan de alimentación debe ajustarse a tus gustos, necesidades y horarios.

2. No se vale la dieta prestada, la dieta de hace 10 años o la dieta de revista.

3. Pensar que si bien “somos lo que comemos”, comemos lo que sentimos.

4. Con ejercicio es más fácil.

5. Dormir y descansar la mente es fundamental.

Me explico. Cuando uno “come por comer” debe detener ese ciclo en seco, si no, no se puede. Tratar de hacer pequeños cambios poco a poco es una gran estrategia cuando uno ya ha roto el ciclo compulsivo de comer y para poder hacer esto debes cortar de tajo y dejar de comer lo que destapa en ti conductas que no puedes controlar.

Obvio, el plan de alimentación que decidas llevar debe incluir todos los grupos de alimentos (frutas y verduras, cereales integrales, leguminosas, proteína sin grasa y grasas de origen vegetal. Quien guste consumir lácteos, adelante) Lo que yo quitaría definitivamente y para todos es el azúcar y el alcohol. Fuera de eso, hay que comer de todo en todos los tiempos de comida. Esto adaptado a tu estilo de vida, los horarios que tienes y la facilidad de acceder a tales o cuales alimentos. Una nutrióloga puede ayudarte a diseñar una dieta que te de todo lo que necesitas, en el momento y la cantidad justa y que además, comas rico. Neta, lo rico no está peleado con lo saludable.

Ninguna dieta prestada, de revista o de hace muchos años funcionará para quien eres hoy. Recuerda que los planes deben hacerse personalizados, con calma y dependiendo del momento de vida de cada quien. De hecho, para detener el ciclo de “comer por comer” muchas veces es necesario explorar más allá de lo que ponemos en nuestra boca para entender lo que tenemos en nuestra mente y nuestro corazón. Sólo quien ha tenido problemas con su peso y su manera de comer puede entender a alguien que está pasando por ahí. No necesariamente es el único que puede ayudarlo, pero seguro que lo mira desde otro lugar y lo entiende mejor.

Finalmente y como digo siempre… si mantienes tu mente ocupada, mantienes tu boca cerrada. Nada como hacer ejercicio, llenarte de endorfinas, cansarte y sentirte todopoderosa para poder decidir no comer tal o cual cosa. Eso que ahora se te antoja es muy probable que no te quite las ganas de seguir comiendo pero seguro te pone en un dilema existencial y en un ciclo mental y emocional no deseable.

Sé muy bien que hay millones de personas que no tienen qué comer pero si yo me como las sobras de arroz del plato de mi hija no soluciono nada. Si de verdad quiero ayudar a evitar el desperdicio tengo que echar una mirada más profunda al problema y solucionar desde otro lugar: cocinar menos, servir menos, educar a mi hija en la solidaridad y la compasión. Comerme lo que sobre de su bolsa de papitas poco ayuda. Mejor mantener el corazón y la mente tranquilas, pensar en el otro y en uno mismo, estar bien para poder ser mejor y dejar de “comer por comer” o “beber por beber”.

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