Uno de los grande temas que me hace entrar en conflicto es si deben o no ponerse los niños a dieta.
Yo digo que, por lo general, no. Obviamente depende del caso. He tenido la triste suerte de ver en el consultorio niños que pesan más de 100 kilos (cuando su peso correcto está debajo de los 50kg) pero también he visto mamás obsesivas que ven celulitis en las pompis de sus hijas de dos años. De hecho, hace poco, me escribió una para pedirme una dieta para su niña de 3 años porque la ve un poquito llenita.
Para ser honestos, a esa edad no hay sobrepeso ni obesidad en los niños. Claro, a menos que haya alguna patología, pero eso es otra historia. Lo que hay a esa edad es una mamá mal asesorada o un pediatra mal informado. Los niños comienzan a manifestar problemas con su manera de comer, y por lo tanto de peso, mucho más adelante, quizá cuando comienzan a ser mas independientes para elegir sus alimentos y porciones.
Claro, para esas alturas ya los padres han sembrado la semilla de la inseguridad, ansiedad, culpa o cualquier sentimiento asociado a comer y entonces los niños lo expresan y los papás se dan cuenta y no saben qué hacer. No los culpo. Es un tema muy delicado. ¡Nadie quiere un hijo gordo! No sólo porque sabemos perfectamente que los niños con problemas de peso van a ser adultos con problemas de salud sino porque el sobrepeso en nuestros hijos es un tema que avergüenza.
Hay estudios que hablan de la vergüenza y el rechazo que genera el sobrepeso en niños y adultos. Papás que rechazan (no siempre de manera consciente) a sus hijos por estar gordos. Hijos que le pierden el respeto a sus papás porque los ven gordos y la gordura se asocia a descuido ¿cómo alguien que no se cuida a sí mismo podrá cuidar a un niño?. Niños que maltratan a otros niños o adultos que maltratan a otros adultos sólo porque no están en su peso. Es más, a mayor sobrepeso, mayor burla y humillación.
Vistas así las cosas, nadie quiere un hijo gordito y por ello deciden ponerlos a dieta desde que dejan el seno materno. Donde yo veo que hay un área de oportunidad es en educar en lugar de limitar, es en incluir en lugar de excluir.
Es decir, si los padres se educan y comen mejor ellos, los hijos por imitación lo harán. Si incluimos a los niños en un estilo de vida saludable en lugar de aislarlos de nuestros malos hábitos, es posible que su peso se vaya regulando solito en cuanto siga aumentando la estatura. Si como padres hacemos ejercicio y comemos bien, nuestros hijos antes o después lo harán.
Si ponemos a dieta a un niño con sobrepeso hacemos más evidente algo que, de entrada, ya lo hace sentir mal. Al contrario, si todos comenzamos a comer mejor y nos lo jalamos él sentirá que pertenece, que es apoyado y cómplice de un nuevo plan familiar. Sentirá que forma parte de un nuevo plan y que en el se puede confiar para que el proyecto sea un éxito.
Claro, a la par, la familia debe hacer cambios en algunas ideas y hábitos ya establecidos. Deberán dejar de preocuparse por el peso y comenzar a ocuparse por la salud de todos. Finalmente, un niño (o un adulto) gordito no es un niño sano.
Los niños aprenden por imitación, por lo tanto podemos pensar que son reflejo de lo que ven en casa y por ello las modificaciones de hábitos deben venir de los adultos...