No dudo que el sexismo haya interferido en la elección de Hillary, pero tampoco creo que haya sido el elemento de mayor peso. ¿Por qué no pensar que operaron en su contra sus propios actos de corrupción, sus alianzas con las corporaciones, sus mensajes cuidados y sin la empatía o la viveza que sí advertimos en Obama, en Sanders y en Trump, su discurso de yo-yo, el absurdo enriquecimiento de su fundación?