En el Gran Premio de Azerbaiyán pasaron suficientes cosas como para tener una conversación animada durante días. Pero lo más comentado, sin duda, fue el choque por detrás de Sebastian Vettel en Ferrari contra Lewis Hamilton, tras el volante de Mercedes. Esto es lo que más me llamó la atención: ambos pilotos son campeones mundiales; se conocen entre sí a la perfección. ¿Cómo pudo pasar eso? Creo que la reacción que tuvo Vettel al ‘aventar’ el auto sobre Hamilton fue propia de un hombre dominado por la ira.

El alemán acusó al británico de haber frenado, como saben. Les voy hacer sincero: he visto varias veces el video y no veo ninguna frenada brusca. Además, he escuchado y leído muchos comentarios y análisis sobre el episodio pero nadie señala que Hamilton pudo haber desacelerado hasta el punto de provocar el alcance. De ser así, la avería podría haberse verificado en ambos autos (y quedar los dos eliminados). Al final, la escenita le dio calor y color a la competencia, y si me preguntan diré que el más colmilludo resultó Hamilton. Y les voy a decir por qué.

He tenido la oportunidad de competir en carreras nacionales; conozco la maniobra que redunda en lo conoce como ‘cerrar o abrir una puerta’ al rival. Con esto quiero decir lo siguiente: en las carreras de automovilismo se llevan a cabo muchas maniobras para dejar pasar o no en la pista a un competidor. En general, no es un deporte en el que se pregunte: “¿Me permite pasar, por favor?” Y el otro le conteste: “Sí, claro, pase usted”. (Tal cual me lo dijo en alguna ocasión nuestro piloto Héctor Alonso Rebaque, propietario de un auto Fórmula 1. Estas son competencias de altísimo nivel, donde no se puede regalar nada.

Recuerdo que en Daytona, durante la carrera de las 24 Horas, se dieron duelos tremendos entre Pedro Rodríguez (manejando un Porsche 917K) y Mark Donhue, en Ferrari, del equipo de Roger Penske. ¡Cómo se aventaban los coches a más de 300 kph! Chocaban y se rompían partes de las carrocerías; tenían que ir a los pits a repararlos, y regresaban nuevamente a la competencia. Pedro terminó ganando una de esas carreras y me dijo: “Si me quiere rebasar, que lo haga, pero no aventándome su auto...” Sin duda eran grandes y valientes pilotos, y demostraban su valía en la pista, no con declaraciones extemporáneas. ¿Y quién se olvida, por ejemplo, de los tremendos duelos entre Senna y Prost? ¿Aquella vez del Gran Premio de Japón, cuando chocaban uno contra el otro?

Además, déjenme decirles que en todos los deportes se echa mano de todos los recursos para ganar. En el ciclismo, cuando están llegando a la meta en el sprint final, abren los brazos o con las manos sujetas al manubrio se abren paso a codazos. En el waterpolo se jalan de los calzoncillos bajo el agua; en el futbol se jalan las camisetas, se dan codazos más o menos disimulados.

En fin, que las carreras son carreras y siempre lo serán. En verdad me extraña mucho que Vettel hay perdido el control de esa forma. Mira que golpear con su coche a su rival… Sin duda, Lewis Hamilton en un gran piloto, con muchos recursos para ganar (o sea, tiene colmillo). Y para comprobarlo, no hay más que seguir observándolo en las siguientes carreras. La cosa se puso muy interesante. Ese es mi punto de vista. ¿Ustedes que opinan? Díganmelo en mis redes sociales o en las de Autopistas. ¡En ambas, mejor!

¡Cómo han pasado los años!

Hablando de pilotos atrevidos y con recursos: hace muchos años, en una competencia de autos denominada Mille Miglia, en Italia, el extraordinario Tazio Nuvolari, manejando en una etapa nocturna, se acercó por detrás al auto que iba ganado. Apagó sus luces, guiándose con las luces de las calaveras del que lo precedía... Al acercarse a la meta, Tazio lo rebasó prendiendo las luces. El italiano, valiente, inteligente o mañoso, ganó. ¡Recuerden: hagan de su auto un deporte, no un peligro!

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