Poco se ha hablado de una circunstancia determinante para generar riesgo de un escenario de conflicto entre el presidente Trump y nuestro país, que incluso puede impactar al resto del mundo.

En el contexto de la política tradicional, antes de la existencia de las redes sociales, las decisiones políticas llevaban un ritmo que permitía a los gobernantes madurar sus estrategias de política exterior a través de la reflexión. Fuese lo que decidieran, esas decisiones llevaban una convicción analizada racionalmente.

El contexto de hoy es diferente a partir de la inmediatez que genera el twittter, pues estimula que ideas impulsivas, que no han sido aún reflexionadas aún, sean dadas a conocer públicamente y generen un impacto sin control.

Que ésto suceda en la vida cotidiana del ciudadano “de a pie” no tiene consecuencias. Pero que lo haga el presidente de uno de los países más poderosos del mundo genera tormentas de impacto global, de alto riesgo tratándose además de un político sin experiencia, impetuoso, megalómano y ensoberbecido por el poder, como lo es Donald Trump.

Este manejo personal del Twitter se vuelve peligroso e irresponsable, pues sin mediar ningún filtro que permita evaluar el posible impacto del texto, es publicado por él de modo personal, generando reacciones emocionales de fuerte efecto en México.

La inmediatez del Twitter está generando inestabilidad política en el mundo y riesgos de confrontación a partir del estilo “cow boy” del presidente Trump, quien pretende conducir a su país como lo hace con sus empresas: de modo autoritario.

Si una mañana el presidente no durmió bien o discutió con su esposa, se desveló o está bajo el influjo de un estado emocional, sus mensajes irreflexivos publicados en Twitter pueden generar conflictos como ruptura de relaciones diplomáticas con otro país o hasta una guerra.

Él es un experto en negociación, al grado de tener siete libros publicados sobre temas relacionados con la búsqueda del éxito en los negocios y en ellos da recomendaciones de como competir contra sus adversarios, siempre con rudeza innecesaria. Por ello, no ha cesado de provocar a México y al presidente Peña Nieto, seguramente para llevar a un rompimiento de los acuerdos del TLCAN y llevar a México a renegociar, convirtiéndose en el líder del equipo, tal y como debe hacerlo en sus negocios.

De esta forma el Twitter se ha convertido para él en una herramienta eficaz para hacer bullying emocional  a través del acoso.

Sin embargo, es también una realidad que llevar ese acoso al extremo como él lo está haciendo y ante los ojos de todos los mandatarios del mundo, su estrategia con toda certeza le va a fallar.

Tan solo en México ya logró el milagro de conciliar intereses y unificar criterios y voluntades de apoyo alrededor del presidente Peña Nieto, quien en los últimos días seguramente ha repuntado su nivel de aprobación. Hasta sus adversarios tradicionales como Andrés Manuel López Obrador y los miembros de partidos de oposición han cerrado filas para apoyarlo a enfrentar a ese enemigo común llamado Donald.

Su estilo dictatorial está fuera del contexto del siglo XXI y sólo será cuestión de tiempo ver como en su mismo país empezará a ser cuestionado por la clase política que aún hoy está cerca de él.

Seguramente en la historia Donald Trump será recordado como el “dictador tuitero”.

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