Definitivamente los fenómenos virales en redes sociales no tienen control. El caso Rubí lo muestra.

Si bien un millón doscientos mil amenazaron con asistir, más como una broma que como una actitud de participación, o quizá incluso como una manifestación de bullying, 30,000 personas quisieron ser protagonistas de un fenómeno viral y asistieron. También muchos oportunistas se subieron mediáticamente al evento.

Gente famosa no se resistió a dejarse ver participando en el fenómeno viral, aunque no pretendieran asistir a una modesta fiesta de pueblo.

El impacto de este acontecimiento viral primeramente nos pone en perspectiva la frivolidad con la que utilizamos las redes sociales y el desinterés que existe por canalizar esta poderosa herramienta en beneficio de causas ciudadanas y públicas de trascendencia.

El fenómeno viral que se generó fue suficiente para hacer que casi treinta mil personas asumieran el reto de trasladarse a un pueblo de provincia, ubicado en el municipio de Villa de Guadalupe, Estado de San Luís Potosí, conformado por seis poblaciones que entre todas no llegan a sumar ni diez mil habitantes en total.

El oportunismo político motivó a funcionarios públicos a acudir para llevar regalos a la festejada, entre ellos el alcalde de San Blas, Estado de Nayarit, conocido popularmente con el sobrenombre de Layin y famoso porque en su campaña electoral reconoció que en su administración anterior había robado, “pero poquito”, llegó a entregarle un auto nuevo y acaparar la atención de los medios de comunicación. Parecía que estaba en campaña.

La prensa también fue seducida por este modesto acontecimiento, muy común en nuestro país, llegando incluso hasta este poblado equipos de grabación de las principales televisoras que cubrieron el evento para sus noticieros.

¿Qué aporta a la sociedad este fenómeno viral?.

Definitivamente nada. Las redes sociales están despertando en la gente, en todas la edades y niveles sociales y económicos, una pandemia exhibicionista que pretende satisfacer el ego y en muchos casos la autoestima a través del reconocimiento y la aprobación social.

Sentirse integrados en una tendencia social genera reconocimiento y sentido de pertenencia.

La gente de hoy no se resiste a seguir viviendo en el anonimato en que se vivía antes de la llegada de las redes sociales y vive atrapada en la búsqueda de “likes” para cada aparición. La ilusión de alcanzar fama e influencia está presente, aunque de modo inconsciente, en la mayoría de las personas.

Parece ser que la medida de valor de una persona en este mundo fatuo y frívolo se mide por el número de seguidores e influencia. La vanidad y el deseo de despertar admiración y envidia impulsa a la gente a mostrar a través de su “perfil” de redes sociales todas sus habilidades, atributos y la riqueza de sus sentimientos, la grandeza de sus ideas y lo valioso de su experiencia personal.

Fotografías que dan testimonio del éxito social y económico se manifiestan en las redes sociales a través de símbolos, como son los viajes al extranjero, las fiestas que se organizan, la ropa, el auto y todo lo que pueda despertar admiración y envidia. Por otra parte el deseo de exhibir inteligencia, cultura o talento artístico se manifiesta en poemas, pinturas o simplemente en pensamientos y reflexiones.

Nunca antes como hoy afloran consejos sobre cómo afrontar la vida, resolver problemas emocionales y superar limitaciones. Hoy hay un filósofo, un artista y una persona de éxito en potencia, anidando en el corazón de la mayoría de los participantes en redes sociales, en espera de ser descubiertos por la colectividad.

Bajo el argumento de compartir, se oculta el verdadero deseo de influir en los demás.

Esta es una sociedad que vive de las apariencias que se convierten en percepciones. El concepto de “imagen pública” es una invención de nuestro tiempo, por medio del cual la gente pretende proyectar lo que quisiera ser. Las redes sociales hoy se convierten en esa plataforma de lanzamiento público.

Podemos considerar que Rubí más bien fue víctima de las circunstancias, pues no planeó el impacto que tendría su festejo. Pero este acontecimiento seguramente le beneficiará pues le brindará la oportunidad de convertirse en artista, lo cual manifestó como deseo en alguna entrevista.

El peor pecado en el mundo de hoy es pasar inadvertido y las redes sociales son el antídoto.

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