Se ha difundido profusamente sobre el riesgo que corren los ciclistas en las calles de la Ciudad de México, -y aunque por ahora no es el foco de atención de esta alerta mediática-, también los motociclistas.

Seguramente ha sobresalido el riesgo de los ciclistas por el interés que existe en promover el uso de este medio de transporte de grandes beneficios ambientales, así como por el impacto positivo que esta tendencia tendría en la reducción de la congestión automotriz en las calles.

Un gran acierto ha sido la creación de la red “EcoBici” para ofrecer a las transeúntes bicicletas en renta a partir de un sistema muy bien estructurado funcionalmente. Que los accidentes se conviertan en una tendencia, podría frenar este gran proyecto de creación de una cultura ciclista.

Es significativo que un importante paso para crear un mejor entorno ambiental está en promover el uso de este vehículo, -como sucede en muchos países europeos-, donde el uso de bicicletas y motocicletas va al alza y ésto frena el incremento de automóviles en las calles.

Sin embargo, culpar sólo a los automovilistas por los accidentes, es una visión parcial de esta problemática.

Si bien un importante porcentaje de ciclistas y motociclistas son disciplinados y cuidadosos, también los hay muy irresponsables.

Es frecuente ver llegar a un ciclista frente a un semáforo después de rebasar a los autos que esperan la señal de avanzar y luego verle cruzar con el semáforo en rojo, sin ninguna precaución.

Pareciera que el ciclista, -principalmente-, en la informalidad de su vehículo se vuelve más arrojado, sintiéndose libre de las responsabilidades que implica el Reglamento de Tránsito.

Por otra parte, estamos acostumbrados a identificar como irresponsables y temerarios a los conductores de grandes motocicletas deportivas. Puede ser que algunos sí lo sean. Sin embargo, el grave peligro está en la proliferación de motocicletas utilitarias al servicio de las empresas de comida rápida, que obligan a sus repartidores a entregar los pedidos con gran celeridad para cumplir a sus consumidores su promesa en tiempo.

Estos muchachos que transportan pizzas, comida japonesa, tacos y otros platillos, arriesgan su vida por cumplir con su responsabilidad laboral. No sobra preguntarnos si cuentan con seguro de vida y de gastos médicos para enfrentar sus riesgos.

La presión misma de su objetivo, -que es la entrega oportuna-, es una condicionante de alto riesgo.

Los riesgos del uso de bicicletas y motocicletas nos llevan a concluir que si bien los automovilistas y choferes del transporte público no somos lo suficientemente cuidadosos y respetuosos frente a conductores de vehículos de dos ruedas, un alto porcentaje de ellos mismos tampoco son precavidos.

Es más, la cultura mexicana nos predispone al riesgo, -en todos los ámbitos-, como derivación de este determinismo que nos lleva a concluir que no debemos preocuparnos, pues “cuando te toca, aunque te quites… cuándo no te toca aunque te pongas”.

Somos una cultura que ve el riesgo como parte de la “aventura de vivir” y por ello casi no tomamos precauciones.

Sin embargo, frente a la alerta sobre accidentes de ciclistas, en cierta forma se hace necesario atacar el problema desde ambos frentes: en el de quienes conducen automotores, pero también en el de los usuarios de vehículos de dos ruedas, para que también se comprometan a respetar el reglamento de tránsito.

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