Siempre he sido una fiel seguidora de mi propio instinto, aunque no me ha llevado por los mejores caminos  sí  por algunos con muchos aprendizajes y ya con eso  he ido de gane. Desde luego que dentro de esos aprendizajes me hubiera podido ahorrar mucho riesgo y sobre todo  varias pérdidas. De haber escuchado o visto las señales que se me ponían enfrente para no “ir por ahí” a lo mejor habría tomado una decisión distinta, pero fue lo que fue.  No digo que no haya que hacerle caso al instinto  al contrario, pero es precisamente la práctica y el desarrollo de éste lo que por experiencia nos puede llevar a tomar mejores decisiones aunque estas no surjan  de nuestros pensamientos  sino de alguien más. Dejarse guiar por alguien que ya haya pasado por el mismo rumbo. Escuchar. Entender. Ahorrar.

El problema es que al menos al día de hoy no he conocido una persona joven  (ni en mi experiencia cuando lo era, desde luego) que quiera ahorrarse el camino escuchando consejos de otras personas. Desgraciadamente es la experiencia, muchas veces negativa la que nos enseña la lección. Nos tenemos que quemar  varias veces, será la necedad o nuestra soberbia la que dicte cuántas,  para aprender a no volver a hacerlo.  Ya cuando somos mayores acabamos de entender, aunque con muchas fallas que es mejor ahorrarse el peligro y hacer lo sugerido.  También hay lecciones que se aprenden de inmediato y otras que nada más no se acomodan y seguimos tropezando y tropezando obsesivamente con la misma piedra.

El caso es que toda vez que podamos despojarnos de la soberbia y de creer  que siempre tendremos una mejor idea, empezaremos a ahorrar camino aunque no estemos exentxs de equivocarnos pero al menos tendremos opciones para decidir correctamente y no dejarnos llevar siempre por  nuestra necedad.

Twitter @reginakuri

Google News

Noticias según tus intereses