Vienen los tiempos de propósitos junto con  las emociones que provocan plantearlos y las angustias de cumplirlos al pie de la letra. Si algo he aprendido en la vida  de verdadera  utilidad es que el cuidarse no  tiene porqué  representar un sacrificio sino todo lo contrario, debe ser  un acto de amor propio.

La mayoría de las personas asocian los propósitos a las mandas u ofrecimientos, a sacrificios y torturas para obtener un beneficio   por lo general lejísimos de alcanzar. Es decir, la que empieza la dieta dejando de comer todos los lácteos y azúcares porque tiene que bajar 20 kilos.  En el primer mes de coserse la boca, dejar de ir a reuniones sociales, comer con envidia y ser infeliz, cuando se da cuenta que la báscula solo la retribuyó con un par de kilitos menos automáticamente su cabeza evalúa el costo beneficio de sacrificio vs resultados y el primer impulso es abandonar la dieta y peor entrarle con singular alegría a todo de  lo que se reprimió. Hasta el siguiente enero amigxs.  Veinte kilos son una eternidad, dejar tajantemente de comer TODOS los lácteos, TODOS los azúcares durante meses y meses hasta alcanzar el objetivo es una eternidad. En cambio bajar un kilo, abstenerse de comer lácteos durante el desayuno, y tomarse las tareas poco a poco parece mentira pero acerca más el objetivo a la realidad.  La misma lógica aplica para casi todo, si bien hay que tener una visión amplia de hacia dónde nos queremos dirigir, para efectos prácticos y ejecutivos es mucho mejor los objetivos cortos dentro de los largos plazos.

Mucha gente me dice que quiere correr un maratón pero a la tercer semana de levantarse temprano para entrenar abandonan con una perorata de pretextos que serviría para escribir un diario de todo el año.  Mi teoría es porque están viendo los 42 kilómetros cuando ni siquiera pueden correr 5, obvio la mente se desmoraliza además de sumar el cuerpo cansado y los achaques normales que se generan en las primeras semanas, no solo de correr sino de practicar cualquier deporte.

Una vez que se practican las tareas planteadas en objetivos cortos (dentro de la  meta a largo plazo) es necesario algo esencial, no percibir los esfuerzos ni como sacrificios ni como actos de fuerza de voluntad.  En el momento en que nuestra mente registra sacrificio y lo compara con los resultados  puede ser que estos no estén a la medida de enorme esfuerzo y lo común es que la mente se derrote. Después de  la mente viene el cuerpo y ya no hay poder humano que lo vuelva a poner en marcha. En cambio si percibimos ese esfuerzo como actos de amor propio, con el convencimiento de que lo que estamos haciendo es por un bien, los resultados significativos o no, van a pasar a un segundo plano. Lo que va a tomar importancia va a ser el ejercicio diario, el cambio de hábito y el bienestar general, los 20 kilos menos, el maratón, o cualquiera que haya sido el objetivo llegará por añadidura.

El éxito del propósito depende del enfoque que se el de al esfuerzo diario.

Twitter @reginakuri

Google News

Noticias según tus intereses