Antes pensaba que las personas con las que me reunía ocasionalmente  en un plano social eran las que definían si la pasaba bien o mal. Dependiendo de las personas con las que tenía que convivir,  yo creaba una expectativa del momento y cuando la situación se veía incómoda,  si se presentaba una  oportunidad de evitarla lo hacía. Había veces que era imposible evadir por compromisos un poco más allá de sociales y los resultados eran un bostezo tras otro o lecturas interminables en mi celular o hacer uso de  cualquier otra distracción que estuviera a la  mano.  No siempre era cuestión de buscar alguna distracción para que pasara más rápido el tiempo de convivencia, a veces también se dan las reuniones  entre grupos o personas que no se caen bien lo cual me provoca una tensión espantosa, otro buen motivo para hacerme la desaparecida.

Lo que recientemente acabo de descubrir es que no importa la compañía porque lo que influye directamente en el estado de ánimo de la reunión no son las personas sino el estado de ánimo personal. Podrás estar en la fiesta más divertida o en el evento del año que si tu estado de ánimo no está en un buen lugar, difícilmente la pasarás bien. Quizá esto sea algo muy simple y hasta obvio, pero creo que lo común es caer en  culpar a las personas y el entorno  sin ver que la solución está en unx mismx. Si culpamos al exterior siempre vamos a depender de situaciones sin solución, nuestro bienestar estará a la deriva y al servicio del azar.

Trabajar en tener relaciones sanas no significa mejorar la búsqueda de mejores candidatxs para la amistad, el amor o lo que sea, porque aunque sí podamos escoger a ciertas personas para estar cerca de ellas, también  hay las que no podemos escoger y que por alguna u otra razón tenemos que convivir con ellas. Así que para no depender de la elección que no siempre está en nuestro control es mejor trabajar de manera personal, el bienestar no es cuestión de suerte sino de trabajo diario y a veces hasta de mucha buena voluntad. En primer lugar debemos aprender a aceptarnos,  exigirnos para ser mejores pero también de vez en cuando tener compasión que no es lo mismo que conmiseración. Cuando somos compasivos tanto de manera personal como con lxs demás le quitamos una buena carga de violencia a las relaciones, la compasión ayuda a ponernos en los zapatos de lxs otrxs y a entender que son como son y no para hacernos enojar.

Hay que aprender  a estar en paz y trabajar en ello solxs y acompañadxs.

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