Es Fin de Año y alguien golpea un vidrio con sus uñas pintadas de azul. Es Fin de Año y otro alguien intenta abrir la puerta para que una chica que toca la ventana salga del cuarto. Es Fin de Año y todos están deprimidos. Es Fin de Año y ella ve cómo el exterior se contonea tras la ventana. Edificios, una paloma que planea en la noche, una mancha en el vidrio. Ella, su reflejo, el Monumento a la Revolución.

Es Fin de Año e intento golpear más fuerte pero no obtengo respuesta. Es Fin de Año y me siento igual de basura que ella y toco más al fin de verme intimidante. Sé que no lo consigo y que ella sigue distraída en una ciénaga que se expande por el piso. Es Fin de Año y se me va apagando el enojo; me hago para atrás, miro la superficie de la puerta y siento tras ella una velita rodeada por la cera a punto de apagarse. Es Fin de Año, de ella, de mí, es fin de todo lo demás, es fin de la media noche y otra vez es fin de otro 2000 de porquería.

Es fin de algo y ella me dice que está deprimida porque llega diciembre y no le embona ninguno de los planes; un día sale a la calle y sin haberse bañado presiente que la gente se ríe de ella. Es de mí, es de mí, se repite, se sumerge en su chamarra y llega a mi casa. Estamos igual de indispuestos pero nos abrazamos. Ambos terminamos borrachos en Navidad, ambos estamos incompletos, ambos lloramos porque casi ella se cae bailando de la azotea. Le digo, “eres una pinche loca, Fa”, me arroja el vaso que casi me revienta la cabeza, se avienta al sillón y no me dirige la palabra.

Es Fin de Año y a nadie le dices que estás deprimido y que el trabajo te sale tras la disociación de el tú funcional y el tú jodido. Fa y yo intentamos traer al exterior un poco de la época donde pudimos estar más felices. Ella jala desde adentro, casi se revienta los órganos, y saca un Guadalupe-Reyes donde sus papás estaban, donde yo no la conocía y donde tuvo una probadita de vino que le dio su tía. Yo escarbo y saco de mí un día donde me disparé insecticida en la cara en casa de mi abuelita y donde pedí no morirme en Año Nuevo, porque eso era muy mierda y quería llegar a besar a una chica antes de desaparecer. Le da ternura a Fa, le da risa, le da un “no sé”.

Es Fin de Año y toco la puerta más suave; es Fin de Año y ella destraba el picaporte. Es fin de año y veo un par de chetos en el piso, sidra y un calcetín. Es un Fin más y está ella inclinada a la ventana, Fa. Es fin de algo y me siento a unos centimetos de ella cuando su pierna descubierta me alcanza el estómago; es fin de nosotros y le tomo el pie para guardarlo en mi costado izquierdo. Es fin otra vez y ella se apunta con el dedo en la sien y me dice que siente que el siguiente año le taladra la cabeza. Es fin de su cuerpo y se recuesta al lado de la cama, descomponiendo con los ojos la iluminación que apenas llega al techo; es fin de nuestro tiempo y me tiro junto a ella, alcanzo una lata plateada debajo de un mueble, la destapo y le doy a tomar. Es fin de noche y ella se ríe porque se le derrama cerveza en la playera. Es fin y no sabemos si nos queremos, pero igual celebramos todos los fines que se acumulan uno sobre otro y que llegan hasta el techo. Es fin y ella me concentra todo el espíritu en un beso en el brazo. Es fin y me pregunto cuándo es válido irse.

Es fin y esperamos a recibir la envestida del año y su siguiente fin.

Es fin y creo que todo se me deshará hasta decir “nada más”, hasta que llegue el último fin.

Bye.


Por Miguel Ángel Teposteco Rodríguez.

Colaborador de suplente cultural Confabulario. Escribe en Revista Picnic, ContratiempoMx y Editorial Altres Costa-Amic.

Ilustrador: Mauricio delgado

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