Aunque les moleste, lo admitiré. El que creí sería “el peor día de mi semana-mes-vida”, se convirtió en una de las mejores experiencias de vida que he tenido. Ese sábado hubo problemas en casa, además, mi novio me dejó plantada. Salí de casa con la frustración a flor de piel. Nuestro plan era salir a Puebla por el fin de semana, y ya que no se pudo, había decidido ir al cine con quien una hora más tarde llamó para cancelar -porque seguía ocupado en la oficina-.

Sin pensarlo dos veces, opté por una decisión que no estaba entre mis planes. Irme de viaje yo sola. ¿Por qué no? No era la primera vez que una persona se trepaba sin acompañantes en un camión de la TAPO con dirección a Puebla. Igual, soy joven y pues #YOLO, ¡o qué!, ¿no es así como funciona la vida?

Como sea, cuando me di cuenta, ya tenía la espalda recargada en uno de los asientos del camión, junto a una señora que ni se percataba de mi existencia y con un sándwich, –de esos ya preparados que compras en el OXXO– en las manos. El viaje no me salió tan caro; después de todo, Puebla es un lugar bastante concurrido, tan solo en 2014 tuvo más de 12 millones visitantes. Por eso, hay tantas salidas con ese destino durante el día. El boleto no me costó más de 170 pesos y me fui en un Estrella Roja. Nada mal para ser la primera vez.

Fue hasta que llegué a la central camionera de Puebla que sentí los escalofríos típicos de cuando te lanzas a la guerra sin fusil. Algo así como cuando un joven ya  terminó la licenciatura y se da cuenta de que es tiempo de buscar un empleo –y ni la tesis ha terminado–… Cuando uno va de viaje acompañado, se dispone del tiempo y las actividades en bola, ya sea entre amigos o en familia. Deciden en grupo en dónde comer, dónde hospedarse o qué museo quieren visitar. Pero cuando se trata de una elección cero colectiva, entran los nervios. “¿Qué debería hacer? ¿A dónde dirigirme? ¡Mejor ya me regreso a mi casa!” Los clásicos pensamientos.

¡Para nada! Luego de pasar los minutos de pensamiento existencial en el que me pregunté qué demonios haría ahí sola, llegué a la mejor conclusión que un ser humano puede llegar: ¡disfrutar! ¿Qué de malo tiene elegir por sí mismo qué lugares quieres visitar? Nada difícil fue recurrir al hombre de la cabina de información para preguntarle por los paseos en la ciudad, los hoteles más cercanos y los restaurantes para comer más sabroso.

El hombre amablemente me dio la información y me condujo hasta una base de taxis para que me llevaran hasta el centro. Conocí la ciudad por mi cuenta, visité un par de museos y comí las típicas chalupas y los gusanos de maguey. Una experiencia muy grata, y lo mejor de todo: caminé a mi propio paso, sin seguir a nadie, sin esperar a nadie en los sanitarios, sin aceptar el resultado unánime de una contienda grupal para decidir qué y en dónde comer.

A la mañana siguiente me regresé a la Ciudad de México, en la misma línea de autobuses y con una nueva historia que contar. Viajar solo puede ser una gran opción para levantar la autoestima y madurar. Te obliga a hacerte responsable, tanto de tu integridad como de tus acciones. Aprendí a tomar mejores decisiones por mi cuenta y a saber que nadie es indispensable.  Asimismo, puede ser una buena forma de ahorrar, ya que es una iniciativa para plantear metas no tan lejanas y responsabilizarse de los gastos. Turistear por el país trae grandes satisfacciones. ¡Y qué mejor manera de invertir, que en la felicidad de uno mismo!

A pesar de las maravillas que conlleva un viaje solo, no hay mejor opción que planearlo con anticipación y estar prevenido. Aquí te dejo algunos datos útiles:

#PonteYolo

Horarios de autobuses de la TAPO

Si estás muriendo de hambre y no sabes para dónde correr, esta aplicación te puede ayudar:


Frida Sánchez, Comunicación y Periodismo FES Aragón, UNAM

@fridii_crazy

Ilustrador Elihu Shark-O Galaviz

@elihumuro

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#PonteYolo

@Ponte_Yolo

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