La ciudad puede y de hecho ha sido constantemente entendida como un espacio público de “encuentro y de comunicación”; en donde lo circunstancial y lo heterogéneo tienden sus redes hasta integrase en un entramado complejo de relaciones. Pero también, puede ser entendida como un espacio público en donde el conflicto, siempre presente, es administrado por las instituciones existentes.

Tenemos sin duda un trabajo que realizar antes de aceptar esta premisa que identifica a la ciudad como espacio público. Es necesario entender a profundidad a qué se refiere esta categoría; labor que nos conduce a adentrarnos primeramente en el análisis independiente de los conceptos espacio y público, mismos que ya contienen cierta complejidad.

Para Dooren Masey, el espacio no representa meramente “una superficie”, sino “una zona de disrupciones”, ya que “el espacio es producto de interrelaciones. Se constituye a través de interacciones, desde lo inmenso de lo global hasta lo ínfimo de la intimidad”. Podemos entonces ver que el espacio es social y territorial al mismo tiempo. Es la concreción física de las redes sociales. Y precisamente por esto, puede ser entendido como:

"La esfera de la posibilidad de la existencia de la multiplicidad; es la esfera en la que coexisten distintas trayectorias, la que hace posible la existencia de más de una voz. Sin espacio, no hay multiplicidad; sin multiplicidad, no hay espacio. […] La multiplicidad y el espacio son co-constitutivos. Por último, y precisamente porque el espacio es producto de las relaciones […] siempre está en proceso de formación, de devenir, nunca acabado, nunca cerrado. Este último punto es quizá de particular importancia porque significa que siempre hay –en cualquier momento del tiempo- vínculos que deben concretarse, yuxtaposiciones que van a traer aparejadas interacciones (o no, pues no todos los vínculos potenciales han de establecerse), relaciones que pueden existir o no".

Es decir, que el espacio es una posibilidad de encuentros y desencuentros; ya que a la vez es integración, comunicación, acceso, correspondencia, y es disrupción, disputa, conflicto, antagonismo, inaccesibilidad y desigualdad.

El concepto de lo público ha sido fuente de discusiones y planteamientos hasta hoy inacabados; uno de los motivos consiste en que sólo puede ser abordado desde la relación que guarda con lo privado. Podemos rastrear la dicotomía público / privado desde la Grecia Clásica:

"La distinción entre la esfera pública y la privada es de antiguo origen; se remonta al griego oikos, el hogar, y ecclesia, el lugar de la política, donde se evalúan y resuelven los asuntos que afectan a todos los miembros de la polís. Pero entre oikos y ecclesia los griegos situaban una esfera más, de la comunicación entre ambas. El rol principal de esta esfera no era mantener separado lo público de lo privado, ni salvaguardar la integridad territorial de cada uno de ellos, sino asegurar un tráfico constante y fluido entre ambos campos. Esa tercera esfera intermedia, el ágora (la esfera privada-pública como la denomina Castoriadis) unía ambos extremos y los mantenía reunidos".

Al respecto, Hanna Arendt, desde la circunstancia de los totalitarismos a la cual le toca asistir, afirma que la “distinción entre la esfera privada y pública de la vida corresponde al campo familiar y político, que han existido como entidades diferenciadas y separadas al menos desde el surgimiento de la antigua ciudad-Estado”. Sin embargo, al mismo tiempo planteaba la complejidad de trazar límites precisos entre ambas esferas, ya que el espíritu de la comunidad que es necesario para la constitución de lo público, radica en la propia Condición Humana que es púbica y privada a la vez.

Para Luis Garay, este planteamiento sentó las bases de una forma moderna de entender la relación entre lo público y lo privado. “A diferencia de la concepción tradicional, en la modernidad no existe una dicotomía clásica entre lo público y lo privado, sino que, por el contrario, debido a la permanente construcción/deconstrucción de lo público-privado con el desarrollo de la sociedad, sobresale su íntima e inmanente interdependencia, co-supeditación y su simultánea determinación”.

Por su parte, Norberto Bobbio afirma que:

"La percepción tradicional de la ‘gran dicotomía público/privado’ […] se sustenta en primer lugar en la distinción de dos tipos de relaciones sociales: entre iguales y desiguales. El Estado, y cualquiera otra sociedad organizada donde hay una esfera pública que está caracterizada por relaciones de subordinación entre gobernantes y gobernados, que son relaciones entre desiguales; […] o bien la sociedad de mercado en la idealización de los economistas clásicos en cuanto son tomadas normalmente como modelos de una esfera privada contrapuesta a la esfera pública, que están caracterizadas por relaciones entre iguales o de coordinación".

Siguiendo la interpretación de Nora Rabotnikof, Bobbio se acerca a un planteamiento normativo de la dicotomía; ya que “[…] el par público-privado nace conceptualmente en el campo jurídico, y luego se aplica en todos los niveles y dimensiones de la vida práctica (economía, moral, política)”. De esta manera, se entiende que lo público y lo privado se hacen patentes en los diferentes ámbitos de la vida, y su presencia se distingue más por los usos, significados y relaciones que dan a un contexto o lugar determinado, que por el número de agentes que se encuentren en un tiempo y espacio determinados. En otras palabras, la idea de un hombre aislado no remite necesariamente a la noción de lo privado; como tampoco la presencia de una multitud nos remite necesariamente a lo público.

Para Hanna Arendt y María Zambrano las masas constituyen una deformación al extremo del pueblo, son una forma de muerte de lo público, ya que la multitud de personas pierden su identidad homogenizándose en una masa amorfa que anula la diversidad y el sentido de comunidad. Podemos caer en el simplismo de considerar que la libertad individual y la conciencia se encuentran dentro de la esfera privada, sin embargo, para ambas pensadoras, esto sólo es posible si existe previamente un trabajo público, “[…] la libertad individual sólo puede ser producto del trabajo colectivo (sólo puede ser conseguida y garantizada colectivamente)”.

Hemos esbozado brevemente algunas características de lo público y lo privado, cuestión que nos pone en la pista de continuar adentrándonos en la categoría de espacio público, cuestión ante la cual es necesario entender que este espacio rebasa los límites del sujeto, aunque no lo excluye, y se vincula con la condición política de quienes lo integran, lo que le da la posibilidad de constituirse como espacio público en donde “se ponen en juego intereses, demandas y necesidades distintas, se expresan ciudadanías de distinto tipo y calidad y aparecen formas organizativas diversas”. Para Daniel Innerarity, la acción política es indisociable de la formación de una comunidad, de un vínculo humano con sentido, lo que implica también un rechazo de todo ejercicio de dominación o de neutralización de la pluralidad. Su ambición más valiosa consiste en promover un imaginario positivo del vivir juntos, que atraiga con la perspectiva de los beneficios de la acción común.

Ahora bien, el espacio público siempre se encuentra circunscrito a un espacio físico, ya que es evidente que los hechos sociales ocurren en un contexto (tiempo y espacio) determinado. Anteriormente mencionamos que históricamente, la ciudad ha sido considerada como espacio público, sin embargo, en nuestros días, esta afirmación se vuelve más evidente, ya que “la ciudad hoy emerge nuevamente como lugar, como mixtura, como espacio colectivo, como referente cultural. La ciudad ahora es entendida como (…) intercambio, comercio y cultura. La ciudad es la concentración física de personas y edificios, diversidad de usos y de grupos, densidad de relaciones sociales. Es el lugar del civismo, donde se dan procesos de cohesión social y se perciben los de exclusión, de pautas culturales que regulan relativamente los comportamientos colectivos, de densidad que se expresa material y simbólicamente en el espacio público y en la vida ciudadana”.

La ciudad es pues, el espacio de encuentro, apropiación, significación, uso y reconocimiento del otro. En la ciudad ocurren diversas expresiones de apropiación física, simbólica y afectiva del espacio público, y de la misma manera, se hacen patentes múltiples formas de participación y de organización comunitarias que evidencian la diversidad que constituye, delimita y estructura a la ciudad. La diversidad implica ya, una tensión constante entre lo no institucional y lo legal, lo que nos lleva a profundizar sobre la importante reflexión de las formas de apropiación subjetivas de la ciudad.

Christian Eduardo Díaz Sosa

Coordinador de Fortalecimiento Académico

Observatorio Nacional Ciudadano

@ChristianDazSos @ObsNalCiudadano

Ramírez Kuri, Patricia, “La fragilidad del espacio público en la ciudad segregada, en Rolando Cordera (coord.), Pobreza urbana y exclusión social, México, IIS-UNAM-Siglo XXI, 2008, p. 105.

Doreen Masey, “La filosofía y la política de la espacialidad: algunas consideraciones, en Leonor Arfuch, Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 120.

Ídem.

Ibíd., p. 104.

Ídem.

Bauman, Zygmunt, En busca de la política, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 96.

Arendt, Hannah, La condición humana, Barcelona, Paidós, 1969, pp. 41-42.

Garay Salamanca, Luis Jorge, Ciudadanía, lo Público, Democracia, textos y notas, Santafé de Bogotá, 2000, p. 11.

Bobbio, Norberto, Estado, Gobierno y sociedad. Por una teoría general del a política, México, Breviarios FCE, 1989, p. 15.

“Desde una dimensión normativa, el término [público] se refiere al discurso colectivo acerca de los problemas que interesan –o deberían interesar- a todos: los asuntos de la política, las cuestiones prácticas de la vida colectiva, ese poder comunicativo de los ciudadanos que limita y articula el poder social”. Innerarity, Daniel, El nuevo espacio público, Madrid, Espasa, 2006, p. 17.

Rabotnikof, Nora, “El espacio público: caracterizaciones teóricas y expectativas políticas”, en Quesada, F (ed.), Filosofía política I. Ideas políticas y movimientos sociales, Madrid, Editorial Trotta, 1997, p. 140.

Bauman, Zygmunt, En busca de la política, op., cit, p. 15.

Ramírez Kuri, Patricia, “La fragilidad del espacio público en la ciudad segregada”, op. cit., p. 100.

Innerarity, Daniel, op. cit., p. 24.

Borja, Jordi, La ciudad del deseo, p, 395, documento en línea <

Ibíd.

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