El primer paso para abordar y atender cualquier problemática compleja, es comprenderla, lo mejor que nos sea posible. El terrorismo es un fenómeno en dramático crecimiento y claramente las estrategias que hasta ahora hemos desarrollado para su “combate”, son por decir lo menos, insuficientes, y de hecho tienden a aumentar, no a reducir su frecuencia. El hecho de que a veces parezca imposible de resolver, no nos exenta de estudiar esta manifestación de violencia,  haciendo uso de todo el conocimiento que hay a nuestra disposición, o de desarrollar nuevo conocimiento que nos permita acercarnos a su resolución. Sobre todo porque el terrorismo es la combinación de elementos que se hallan en el mundo material (sociales, económicos, políticos, el uso de la violencia), con elementos puramente psicológicos que se ubican tanto en el proceso de quien decide cometer los actos, como en la psique de la sociedad atacada. A raíz de los eventos violentos que han ocurrido recientemente entre israelíes y palestinos, ya hace una semana escribí sobre los ataques efectuados por los llamados “lobos solitarios”, o pequeños grupos de atacantes. Hoy, retomo algunas de esas ideas, y profundizo en ellas, no dirigiéndome exclusivamente al caso palestino-israelí, sino al fenómeno específico de esta categoría de violencia.

Sobre la definición de terrorismo

  • La palabra “terrorismo” es enormemente polémica porque se le ha dado una connotación negativa a priori, de manera que es utilizada discursivamente para designar o etiquetar a “cualquier clase de enemigo” que emplea “cualquier clase de violencia”. Por eso se ha llegado a afirmar que “el terrorista para unos, es el luchador por la libertad para otros”. El problema es que visto así, el término deja de tener sentido para definir un  fenómeno o una categoría específica de violencia, lo que no la convierte de antemano, en algo “mejor” o “peor” que otras violencias, sino en una manifestación muy concreta de la misma. Por ejemplo, una masacre o genocidio puede ser un acto con muchas más muertes que un ataque suicida, y no por ello necesariamente esa masacre entra dentro de la categoría de terrorismo. Así, los “lobos” o actores solitarios, pertenecen a una subcategoría dentro de esa clase particular de violencia, a pesar de que su acción no genere un solo muerto. El terrorismo, desde la óptica de quienes lo estudiamos, no es un tema de etiquetas, sino de estrategias, tácticas, mecánicas y consecuencias muy precisas. De tal forma que cuando en un ataque de esta naturaleza, se manifiestan los componentes o elementos que definen al terrorismo, independientemente del nombre que se le quiera dar al ataque, lo que nos importa es el propósito por el que fue cometido, las tácticas empleadas, los targets y las consecuencias que produce.
  • En este blog, contamos con listas enteras acerca de las diversas definiciones de terrorismo que muchos autores han efectuado a lo largo de los años. Si tomamos el resumen de la literatura especializada que lleva a cabo un autor como Adelman y hacemos una síntesis, podríamos entenderlo de la siguiente manera: El terrorismo es el uso de la violencia de manera premeditada en contra de civiles o no-combatientes, únicamente como instrumento para generar un estado de shock o terror en terceros (la sociedad target del acto), con el objeto de utilizar a ese estado de terror o tensión generalizada, como vehículo para transmitir un mensaje, normalmente de carácter político, inducir afectaciones en la opinión, las actitudes y/o la conducta de esa sociedad objetivo, y así, generar presión en el liderazgo o tomadores de decisiones de esa sociedad.
  • Visto así, la eficacia de un acto terrorista no radica en el número de muertes o en los medios utilizados para producir esas muertes, sino en el nivel de afectación psicosocial generada, el grado en el que el tema –así como las metas del actor atacante- son posicionados en la agenda, y el nivel de respuesta política que el acto logra obtener.

Ataques a manos de “lobos solitarios”

  • A raíz de las medidas de seguridad y de espionaje que fueron implementadas después de atentados terroristas de gran magnitud como los del 9/11, los de Madrid o Londres, o tras ataques diversos en otros países como Israel, cada vez es más difícil –no imposible pero sí más difícil- llevar a cabo un atentado que requiera una fase prolongada de planeación y coordinación. Hoy en día, es mucho más probable que las comunicaciones electrónicas, las transferencias de recursos o los elementos necesarios para ataques sofisticados, sean detectados en fases tempranas de la planeación de dichos ataques.
  • Pero ello no significa que el terrorismo como fenómeno ha reducido. Cuando los factores raíz del terrorismo se encuentran presentes, esta clase de violencia se incuba de una u otra manera, y encuentra el modo de manifestarse. En los últimos años, esto ha ocurrido vía ataques de menor sofisticación efectuados por “lobos solitarios”, es decir actores individuales o bien, grupos muy pequeños de personas, algunos de ellos utilizando instrumentos caseros, simples de obtener, y con una planeación mínima. De modo que detectarlos o detenerlos se torna muy complicado.
  • La gran mayoría de estos actos son inspirados en redes sociales, en blogs, páginas de Internet, o en herramientas de propaganda como por ejemplo, las revistas en línea publicadas por organizaciones como ISIS o como Al Qaeda. Se “llama” a los fieles o seguidores, a hacer lo que esté en sus manos para atacar al “enemigo”, incluso se les instruye en pasos o medidas simples de operar. Este punto resulta crucial, por ejemplo, al respecto de lo que hoy sucede entre israelíes y palestinos. Muchos piensan que los jóvenes de hoy responden, al igual que en el pasado, a los llamados de los líderes políticos o sus discursos de instigación. Un análisis mucho más cuidadoso, sin embargo, revela que al igual que en todo el mundo, tanto los jóvenes palestinos como los jóvenes israelíes, están hoy respondiendo mucho más a lo que se comparte en Internet y en redes sociales. Es ahí donde se está incubando el discurso de odio y los llamados a perpetrar actos violentos. Una revisión cuidadosa de los pasos de los atacantes previos a cometer sus ataques lo está demostrando una y otra vez. “Lo que estamos viendo es una especie de pulpo con muchos tentáculos pero sin cerebro”, dice Orit Perlov, una experta en redes sociales árabes del INSS de Tel Aviv, citada por el NYT. “No necesitas algo sofisticado. Estamos hablando de muchahcos de 15 años. Solo escribes la palabra ‘it’an,’ o acuchillamiento en árabe, y entonces, quien tiene un cuchillo en la casa y decide hacerlo, va y lo hace”.
  • Esta clase de ataques poco sofisticados pueden incluir el secuestrar a una veintena de personas en un café (como en Sidney), en un supermercado (como en París), o disparar en contra de guardias de seguridad o parlamentarios (como en Canadá). También, el atacar con un cuchillo de cocina o una pistola a personas al azar que se encontraban en un autobús o una estación, son incidentes de esta índole, si se trata de violencia políticamente motivada, ejecutada para provocar miedo, transmitir un mensaje o reivindicación, inducir cambios de opiniones y/o conductas, y con ello, cambios en las tomas de decisiones. Lo es porque se trata de formas de combate asimétrico, y manifestaciones de pensamiento categórico, como explico abajo.

Procesos psicológicos

  • Es importante mencionar que, independientemente de las condiciones materiales o las posturas políticas individuales, independientemente de cuán conectada esta una persona a las redes sociales o escuche la instigación a la violencia, solo un número muy reducido de individuos toma la decisión de dar el paso de cometer actos violentos de esta naturaleza.
  • Por consiguiente, esa persona tiene que haber pasado por un complejo proceso individual que contiene elementos de frustración y radicalización (Moghaddam, 2007).
  • En este proceso hay tres elementos centrales: (a) La persona se convence de que no hay alternativa alguna para cambiar su realidad (una realidad que percibe injusta, inadecuada y que es causada por un enemigo definido), salvo el uso de la violencia, (b) La vía violenta contra ese enemigo, percibido como gigante o poderoso- lo que caracteriza a un conflicto asimétrico- es mucho más eficaz cuando se golpea a dicho gigante en donde más se le puede afectar, en lo psicológico y lo simbólico; por lo tanto, un acto en contra de ese enemigo da sentido a la vida del atacante, (c) Ese enemigo es uno solo, no hay diferencia entre quienes componen su sociedad, lo mismo soldados, policías, que transeúntes, hombres, mujeres o niños, cuyos antecedentes, posturas o rasgos personales son irrelevantes. Todos son parte del mismo problema y por tanto, atacar a cualquiera de ellos, es atacar al enemigo mismo, lo que lo convierte en un acto moral.
  • Esto último se conoce como pensamiento categórico y no solo opera en quien perpetra el acto, sino también en la sociedad objetivo del mismo.

Efectos psicosociales en sociedad afectada

  • El primero y más notable de los efectos en la sociedad que padece este tipo de ataques, es un miedo masivo. Debido a que se trata de actos cometidos en contra de gente al azar, en la medida en que son repetidos, cualquier ciudadano se percibe como víctima en potencia: “Esto podría pasarme a mí en cualquier momento”. Por consiguiente, el monstruo, como dice Zimbardo, se cuela en la cama, en el closet.
  • Parte de esta afectación consiste justamente en la categorización de los atacantes como un todo. Al igual que como se explica arriba, a partir de que 20, 30, 100, 1000 (o los que sean) extremistas se radicalizan al punto de cometer estos actos, en la percepción de una gran cantidad de personas bajo los efectos del miedo, cualquier individuo que forma parte del grupo étnico, religioso o político de esos atacantes, resulta ser exactamente lo mismo, y por tanto, ese grupo étnico, religioso o político, debe ser detenido o combatido como un todo.
  • Por consiguiente, también entre la sociedad afectada opera un complejo proceso de radicalización. Se profundizan los extremos. En algunas personas, se fortalece el ánimo de venganza o intolerancia. Se producen linchamientos masivos, o ataques en sentido inverso, a veces igualmente en contra de inocentes. Esto puede ser observado desde países como EU o Francia a raíz de ataques terroristas en distintos momentos, hasta en grupos extremistas dentro de Israel. Y por supuesto, las posturas políticas en las sociedades que padecen esta clase de violencia, tienden a endurecerse, exigiendo respuestas de mano dura.

Estrategias de salida

  • El terrorismo es en esencia una categoría de violencia relacionada con lo psicológico. Si esto no es comprendido a cabalidad, y el fenómeno se decide “combatir” exclusivamente en el mundo material, su eficacia persiste, y por consiguiente, su frecuencia se vuelve más, no menos probable.
  • La investigación muestra que en el largo plazo, la única manera de disminuir la frecuencia de actos terroristas es atender los factores raíz de determinado conflicto y/o construir condiciones de paz -revisar los ocho pilares de la paz que acá hemos compartido (IEP, 2014), los cuales incluyen elementos políticos, sociales, económicos y culturales- para esa zona, país o región.
  • Mientras tanto, en el corto y mediano plazos, la investigación revela que lo más efectivo es privilegiar estrategias de contención y disuasión por encima de estrategias punitivas. Los estudios que se han efectuado en decenas de casos muestran que el uso de estrategias militares resulta altamente ineficaz para erradicar el fenómeno, y de hecho, muchas veces tiende incluso a alimentarlo. En cambio, la utilización de información e inteligencia, y el uso de fuerzas de la policía especialmente capacitadas, son herramientas que pueden ayudar a disminuir la frecuencia de estos eventos, aunque solamente de manera relativa y limitada.
  • A veces, aunque no se llegue a soluciones definitivas, implementar pasos definitivos para el diálogo entre las partes en conflicto, y asumiendo que existiesen logros concretos en el corto plazo, puede desincentivar la comisión de un número de atentados, aunque no todos.
  • Paralelamente, es necesario implementar medidas para atenuar los efectos psicosociales que este tipo de actos generan en las sociedades afectadas. Ello resulta indispensable, no solamente porque se trata de un tipo distinto de víctimas, las víctimas indirectas a causa de esta clase de violencia, sino porque el disminuir el estado de tensión y miedo, resulta crucial para que una sociedad tome decisiones adecuadas y pueda planear hacia el futuro. Del miedo a otro tipo de emociones como el odio y la venganza hay un solo paso. Y del odio y la venganza solo emerge más violencia.

Twitter: @maurimm

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