Soy de origen oaxaqueño, de por ahí cerca de Puerto Escondido, de la costa; pero me casé bien chiquilla, que va a saber uno a esa edad y me vine para estas tierras colindantes con Guerrero, donde se comía iguana, conejo en ajo, codornices y pichones, señorita. Mi suegra me enseñó a cocinar clemole, conejo y espinazo en adobo; en realidad no batalló mucho conmigo la señora, pues yo traía lo mío, bien pegados los olores y los sabores de la cocina abierta de mi mamá que vendía comida en el pueblo para sostenernos a todos.

Recién nacidita, señorita, me ponían en una caja de madera, debajo de la mesa donde se preparaban toda clase de delicias, los olores de los chiles que allá en mi pueblo se distinguen por ser de colores; los aprendí a diferenciar solamente por el olor; bien que sabía que la mamá había preparado amarillo ¿Lo conoce? ese que se hace con puerco, chayote, ejotes y chochoyotes de maíz y… ora me acuerdo con chile… amarillo, mi mamá decía que mejor con chilhuactle amarillo, y costeño amarillo, para darle buen sabor; ay señorita ya hasta se me hizo agua la boca, nomás de acordarme.

Como le decía desarrollé un buen olfato y creo que por eso cocino bien; bueno eso dicen los que pasan por aquí y que van rumbo a Mil Cascadas, aquí adelantito, ya en Guerrero, fíjese usted, estamos en el último rincón de Morelos, antes de cruzar, esta es nuestra comunidad Teacalco, donde la gente se detiene por los tamales que se venden a las afueras de la iglesia de la Virgen de Guadalupe, son muy buenos señorita ¿Ya los probó? Imagínese nomas eran tan buenos que hasta don Manuelito se paraba ahí mismo para echarse uno o dos, los chamacos pronto se le arremolinaban para pedirle autógrafos, sonrientes le decían que les gustaban sus canciones.

¡Que va a ser! Chamacos mitoteros les contestaba entre risas y entonces se quitaba el sombrero y les pedía que cantaran alguna canción. Los chamacos luego luego caían y empezaban con que “te voy a cambiar el nombre…” y luego todos a coro, es el secreto de amor; entonces don Manuelito les agarraba las cabezas y le autografiaba a toda la palomilla, en las hojas que habían arrancado de las libretas.

Bien me decía que me iba a volver famosa con mi adobo de espinazo, figúrese usted se requeté chupaba hasta el último huesito, comía tortillas recién hechas y frijolitos de la olla. A veces lo veíamos venir del otro lado de la carretera, porque aquí a unos cuantos metros esta su rancho, ahora no viene nadie, pero él se desprendía y a veces me gritaba desde afuera, ya vine, Magda, y se sentaba; entonces salía corriendo de la cocina para decirle, no se me vaya a enojar, pero ahora no hay espinazo. Pues hágame unos huevos estrellados, pero bien tiernos, ya sabe cómo me gustan, decía, con salsa de molcajete, frijolitos y tortillas, pero de las frescas, de esas doña Magda que están apenas inflando y me señalaba el comal.

No se andaba con cuentos, cuando se nos pasaban de cocidos los huevos se rete enojaba y se los teníamos que cambiar, luego luego, nos decía que, si no habíamos aprendido a cocinar, que ya sabíamos cómo le gustaban las cosas.

Pero, también era bueno, muy bueno, de corazón noble, de corazón enamorado, pero grande; figúrese usted, un día la muchachita que aquí me ayuda, me dijo, ahora que venga don Manolito voy a pedirle un favor; cuando menos me lo imaginé la chamaca después de servirle su adobo con espinazo y ya que vio que había chupado hasta el último hueso, se le acercó, para ofrecerle más, aprovechó entonces la oportunidad.

-Fíjese don Manuel, porque a él no le gustaba que le dijéramos Joan, que se rompieron las láminas que cubren el techo de mi jacal, no tengo para comprarlas y pues la mera verdad no me alcanza, ayúdeme usted, dijo la chamaca, para que no se me enfermen los muchachos.

Entonces el cantante se llevó la mano a una bolsa escondida de su chamarra y saco unos billetes, sepa Dios cuantos, pero la ayudó, me acuerdo bien que le dijo –yo no cargo dinero, pero aquí traigo unos cuantos billetes, compra la lámina y cuida a tus chamacos.

Esos eran los detalles de ese hombre al que todos queríamos, platique usted con la señora de los tamales, con ella pasaba mucho rato ahí viéndola como vendía, luego se echaba hasta tres tamalitos, ahí sentadito, pelando los ojos verdes grandes que tenía, quesque para ver bien la quietud de este pueblo, donde nunca pasa nada.

No sabe lo que fue cuando se murió, abrieron el rancho y todos fuimos a verlo era como de nuestra familia, lo extrañamos mucho, ahora ya nadie viene, se nos fue; pero nos acordamos con gusto de él cuando hacemos la salsa bien molcajeteada o el adobo y el espinazo; a veces, cuando estamos lavando bien bien la panza, también lo mentamos, porque él decía que no había mejor panza que la que hacemos aquí; ha de ser por eso que usted dice que soy famosa.

Pero como que me quiero acordar de usted, creo que ha venido por acá trepada en una moto ¿no? verdad que sí, como que me quiero acordar de usted, entonces doña Magdalena se levantó, destapó dos cervezas y brindo por los recuerdos.


Manolita Recomienda. -  Los días 8, 9 y 10 de abril se llevará a cabo la primera edición del Encuentro de Cocineras Tradicionales de Morelos, en Tepoztlán, Morelos. En este espacio convergen los actores de la cultura culinaria y el sistema alimentario de Morelos; 20 cocineras tradicionales, 16 representando la tradición culinaria de Morelos y 4 estados invitados, Guanajuato, Puebla, Tlaxcala y Oaxaca; 10 artesanos vinculados a la gastronomía y 5 agro-productores. Las cocineras que representarán a Morelos son provenientes de los municipios de Temoac, Tetela del Volcán, Zacualpan de Amilpas, Tlaltiltenango, Cuernavaca, Jojutla, Tepoztlán, Totolapan, Xoxocotla, Axochiapan, Yecapixtla, Temixco, Tlaltizapán, Tlayacapán y Huitzilac. Asimismo, se contará con la presencia de los artesanos de Barro Libre de Plomo, cestería, mantelería, piezas de madera; productores de arroz, quesos, amaranto, mezcales, pulque y mermeladas, entre otros.

 

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