El miércoles se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Como otros días internacionales del tipo, su propósito es empujarnos a que, como sociedad, reflexionemos sobre el estado en el que se encuentran los derechos de las mujeres. Que veamos qué se ha conquistado (y cómo, para ver si así podemos replicar estrategias exitosas), al mismo tiempo que reconocemos todo lo que falta por andar. Los datos, según diversos estudios que se liberaron ayer (y en meses recientes), indican que la desigualdad de género, que afecta desproporcionadamente a las mujeres, persiste.

El cómo se vive este día, sin embargo, dista mucho de su propósito. Tanto empresas, como instituciones de gobierno, como muchas personas en lo individual lo han convertido en una ocasión para “celebrar a las mujeres”. Y si bien ya existe una crítica a esta forma de “pasar” el día, ésta sigue sin generalizarse lo suficiente y entenderse lo suficiente como para que el impulso celebratorio cese. Hasta el mismo Presidente Enrique Peña Nieto, en un evento conmemorativo de la ocasión, reconoció estas críticas, solo para descartarlas de inmediato y afirmar: “Si no las felicitamos en el día de la mujer, me parecería un contrasentido.”

Valga la pregunta: ¿por qué es problemático “felicitar a las mujeres”?

La gran mayoría de las “felicitaciones” que circulan en estos días presentan una imagen particular de las mujeres: éstas son “bellas” y es por esa belleza que las celebramos; las mujeres son increíblemente “fuertes”, tan fuertes que pueden trabajar, apoyar a sus maridos (siempre se asume que tienen maridos), educar a sus hijos (lo mismo) y ser una increíble persona, todo a la vez; las mujeres son dulces, atentas, pacientes, maravillosas. Es un día, en otras palabras, en el que se exaltan las virtudes –y aquí está el problema– que se asume que “las mujeres” tienen. En realidad, estas virtudes las tienen algunas mujeres y algunos hombres. Pero días como ayer revelan a qué grado solo se les reconoce a las mujeres. ¿O cuándo han visto que se celebre la belleza “de los hombres” (socialmente)? ¿Su “dulzura” (la de los hombres, como grupo)? ¿El que son tan fuertes que son trabajadores y padres y esposos y grandes personas a la vez? Todo lo que dijeron el día de las mujeres sobre las mujeres, ¿se lo dirían a los hombres? ¿Lo dirían de los hombres?

Días como este revelan a qué grado muchas personas siguen creyendo que hay algo así como una “esencia femenina”: que las mujeres son de cierta forma. Que tienen, por naturaleza, ciertas virtudes (y sí, también ciertos defectos: no faltó el meme que hiciera referencia a lo mal que “las mujeres” manejan). Y son esas virtudes, tan “propias de las mujeres”, las que creen que hay que exaltar. Mucha gente no entiende en dónde está la ofensa, dado que se trata de características “positivas”. Después de todo, les están diciendo bellas y fuertes y dulces y maravillosas. ¿En dónde radica el daño? El problema, sin embargo, es que, aunque sean positivas, siguen siendo estereotipos. De nuevo: algunas mujeres son así. También algunos hombres. ¿Por qué se le atribuye a las mujeres algo que no les es exclusivo?

¿Las mujeres manejan mal? Algunas. Como algunos hombres manejan mal. La calidad del manejo no tiene nada que ver con ser hombre o ser mujer. ¿Las mujeres quieren tener hijos? Algunas. Quizá muchas. Quizá la mayoría. Como pasa con los hombres. Pero no todas. Ser mujer no tiene nada que ver con querer tener hijos. El “querer hijos” no depende de si se es mujer o no. ¿Las mujeres son buenas? Algunas. No todas. Hay unas que son terribles personas. Que asesinan, que roban, que matan, que manipulan, que mienten, que dañan. Como los hombres. La bondad y la maldad no están relacionados con ser hombre o mujer. Si hacen este ejercicio con otras cualidades (la valentía, la paciencia, la sensatez), con otros intereses (“ir de compras”, “ir al bar”, “las telenovelas”, “las luchas libres”), con otros proyectos de vida (“dedicarse al hogar”, “entrar a la política”, “ser astronauta”), verán que hay muy pocas cosas –por no decir ninguna– que están relacionadas, naturalmente, intrínsecamente, inevitablemente, necesariamente, al ser mujer o a ser hombre.

Ahora: el problema con esta forma de pensar no es solo que se trata de un atropello “intelectual” (por llamarlo de alguna manera). El problema es que esos estereotipos son lo que están detrás de muchas violaciones a los derechos de las mujeres; detrás de mucha de la violencia y desigualdad que viven. Por ejemplo: en el trabajo, nunca falta quien diga que, dado que las mujeres siempre prefieren a sus hijos, pues: ¿para qué las contratan? Y, sí: bajo esa lógica, ¡qué sinsentido invertir en una mujer que como quiera te va a abandonar! O, ¿para qué las promueven si la promoción implicaría más horas en la oficina y las mujeres no están dispuestas a algo así? Es por un estereotipo sobre lo que las mujeres prefieren que las mujeres se quedan sin trabajo. ¿Habrá algunas que prefieren eso? Bien. Algunas. Como habrán algunos hombres que también lo preferirían. Otras no, otros no. En el matiz está la clave.

Si felicitan a las mujeres de esta forma es porque creen que hay algo esencial al ser mujer. De esta forma, la felicitación es lo contrario a lo que el Día de la Mujer, y la lucha por la igualdad, buscan: desmontar estos estereotipos que ultimadamente justifican las violaciones a los derechos de las mujeres. Más aún: demuestran por qué diablos sigue siendo tan necesaria esta lucha.

¿Por qué seguimos aquí? Porque en el 2017 hay quienes siguen creyendo que hay algo así como “la mujer”.

* Hay más problemas con lo que se hace con este día. Pero esa crítica

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