El miércoles, un adolescente de 15 años entró a su escuela, el Colegio Americano del Noreste, en Monterrey, y le disparó a sus compañeros y a su maestra. Cuatro resultaron heridos; tres, de manera grave. Finalmente, se disparó a sí mismo, lo que provocó su muerte.

Son varias las discusiones que se han desatado con este terrible suceso. Quizá la más recurrente ha sido la que tiene que ver con cómo se reporta el hecho, ya que a las pocas horas del suceso, se filtró un video en el que se muestra lo ocurrido y varios medios de comunicación lo reprodujeron. La segunda discusión, por supuesto, tiene que ver con la explicación de lo ocurrido. ¿A qué se debe? ¿Cómo pudo suceder algo así? Y, la tercera, está conectada con la segunda: ¿qué se puede hacer para que algo así no se repita? Varias autoridades adelantaron ya sus respuestas. Entre ellas, está la del Gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez.

En un video que difundió en su página de Facebook, incluye su respuesta al suceso. Afirma: “¿Qué estamos haciendo los padres de familia? No hay, ni habrá ningún programa, ninguna acción, que sea tan fuerte como debe ser la disciplina que los padres empecemos a trabajar con nuestros hijos.” En el mismo video, incluye un fragmento de una conferencia de prensa que dio un día previo a la tragedia, en la que afirmó que: “De niños, los padres empiezan a comprarle una pistolita de agua o de juguete a sus hijos. Y luego ese hijo va mirando esa arma, y de grande quiere tenerla. Y luego quiere usarla. Y luego la mamá va a irlo a ver al penal. Por eso hoy los convoco a que le pongan atención a sus hijos. A que dejen de comprarles juguetes que generan violencia.” Insiste en que los padres son lo  más importante: ninguna política pública se compara con el poder que tienen para prevenir la violencia.

Por lo general, un problema como lo es el de la violencia que ejercen los adolescentes depende de múltiples factores. Si se quiere explicar –y, así, prevenir– un evento como el del miércoles, son muchas las aristas que se deben analizar. Va desde revisar cómo es que se tiene acceso a armas; algo que, en sí, depende de la regulación que hace el Estado de ellas. Pasa por revisar cómo funcionan las escuelas, no solo en lo que concierne a los protocolos de seguridad (si se revisan mochilas o no, si se instalan cámaras o no, si hay cuerpos de seguridad y cuántos y dónde, entre otras medidas). Por ejemplo: ¿los y las profesoras, tienen la información y la capacidad de detectar comportamientos “preocupantes”? ¿Los y las estudiantes, tienen acceso a esta información, también? ¿Existe un ambiente en el que se propicia la comunicación entre los estudiantes y las autoridades escolares? ¿Existen personas a las que los y las estudiantes puedan acudir para hablar? Esto también pasa por la regulación que hace el Estado de las escuelas: ¿cuáles son las capacitaciones que les exige? ¿Cuáles son las reglas y dinámicas que deben implementar para que puedan operar? Hay mucho en lo que el Estado se debe enfocar antes de responsabilizar, de manera primaria, a las familias por lo ocurrido.

Ahora, por supuesto que las familias tienen un papel en la reproducción de la violencia. Pero eso no significa que todo depende de ellas. Ni eso significa que el Estado, en sí mismo, no tiene responsabilidad con lo que ocurre dentro de las familias, los recursos de los que disponen para desarrollarse. Qué pasa en las familias depende, en sí mismo, de un contexto social, político y económico más amplio y, por supuesto, de políticas públicas.

No se debe reducir un fenómeno como el de la violencia a uno solo de sus factores, ni se debe dejar de señalar el papel que debe jugar el Estado en él. Lo enfatizo porque es la segunda vez que noto que el Gobernador de Nuevo León lo hace de manera tan burda al referirse a un problema. La ocasión anterior tiene que ver con su abordaje del embarazo adolescente, cuando le dijo a los padres que le tenían que decir a sus hijas que “nadie iba a quererlas gordas”. Como si esa fuera una solución de política pública legítima para el problema social que es el embarazo adolescente. No se debe individualizar un problema público. No todo depende de una sola persona o de las familias.

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