Hace casi cinco años, Fernando Escalante escribió  para La Razón en el que se preguntaba por las pocas mujeres que publicaban en Letras Libres y Nexos. El texto provocó varias respuestas, entre ellas las de  y el mismo . En su conjunto, los textos buscaban responder una interrogante fundamental: ¿de qué depende que haya más o menos mujeres publicando en estos medios? Esta pregunta fue retomada hace una semana por Antonio Martínez, una de las personas que forma parte de  (una revista política) y  (un grupo partidista), gracias a un cuestionamiento que recibió por parte del  (la versión mexicana de , una página que se dedica a compilar eventos en los que los panelistas son exclusivamente hombres). No quiero dejar pasar la oportunidad de continuar el debate, ya que me parece clave para la promoción de la igualdad de género en espacios de diálogo público (como lo son los medios de comunicación).

 

Lo primero que me gustaría abordar es la cuestión de por qué importa señalar la composición por género de un espacio. En otras palabras: ¿por qué es un «problema» la desigualdad numérica entre hombres y mujeres en un lugar o medio dado? Una de las objeciones más comunes a esfuerzos como el del #ClubdeTobi (o hacia cualquier persona que se preocupe por señalar la composición de un espacio, medio o evento en términos de género) es que privilegia el género, cuando lo que debería importar es el talento. Cuando se señala que un evento (o un consejo editorial o...) está compuesto por puros hombres, se interpreta como si se estuviera descalificando al evento solo por el tema de género, sin importar el talento de quienes hablan (o escriben o editan o...). Se cree que lo que se exige es incluir a mujeres por el solo hecho de incluir a mujeres, sin importar si son capaces o no. Y esto, evidentemente, incomoda: ¿qué del talento?

 

Para mí, al menos, los números son un foco rojo precisamente porque pienso en todo el talento que se está desperdiciando al excluir a las mujeres. Y esto porque asumo que el talento (la capacidad) no depende del ser hombre o ser mujer. Visto así, es sospechoso ver un espacio poblado exclusivamente por unos o por otras porque me queda claro que ello no se debe exclusivamente al talento, sino a otros factores. Señalar esto no significa necesariamente que quienes habitan estos espacios no tienen talento, solo pone en duda que la razón por la cual están ahí se deba exclusivamente a él. Por eso, creo, es tan incómodo el tema del género (o de clase, raza, origen étnico...): pone en entredicho la creencia de que vivimos en un mundo en el que las personas ascienden y descienden exclusivamente por sus méritos. Hay algo más en juego. La pregunta es: ¿qué?

 

Lo que me lleva a lo segundo que quiero abordar: las causas de la desigualdad. Los números son el indicador de una disparidad. Unos publican, otras no. Unos controlan ciertos medios, otras no. (Unas trabajan en X, otros trabajan en Y. Unas ganan X, otros ganan Y...) La gran pregunta es: ¿a qué se debe? Aquí está el reto: entender por virtud de qué mecanismos, qué procesos, qué factores unos quedan incluidos y otras no. Para mí, estas son preguntas que se debería hacer cada medio de comunicación (o cada empresa, órgano gubernamental...), ya que asumo que si bien tienen ciertos puntos en común, no son idénticos en la manera en la que operan. Lo que una revista en línea descubra es una barrera de entrada para las mujeres, puede no serlo en otra. Lo que sí es que tiene que haber un esfuerzo para identificar estos mecanismos cuyo resultado son los números que vemos. La igualdad no llegará. La igualdad (como la desigualdad) se hace.

 

Ahora: ¿en qué clase de factores podrían fijarse los medios (o empresas u órganos gubernamentales) si quieren entender (y así desmontar) la desigualdad de género? Lo primero es volcar su atención a quienes son responsables de controlar el ingreso, la salida y el movimiento al interior de estos espacios. El que las personas entren o no, asciendan o no, reciban cierto trato o no depende de otras personas. Estas personas que «custodian» los espacios: ¿cómo conciben a los hombres y a las mujeres? ¿Cómo valoran a unos y a otras? Ahora: importa el dicho y el hecho. No basta identificar si las personas genuinamente creen o no que los hombres y las mujeres tienen las mismas capacidades. Importa detectar cómo actúan. Cada vez es más común que las personas se asuman igualitarias, pero que a la hora de evaluar a diversos candidatos, terminen por preferir a los hombres y no a las mujeres, o valorar más lo que los hombres y no las mujeres hacen. La discriminacióninconsciente existe.

 

Puede darse el supuesto de que las personas procuren, en la mayor medida posible, valorar igualmente a los candidatos, con independencia de que sean hombres y mujeres. El problema puede estar en los mecanismos de ingreso. ¿Cómo son las convocatorias para ingresar a un lugar? ¿En dónde se difunden? ¿Cuáles son sus características? ¿Qué mensajes envían? ¿Hay convocatorias, siquiera, o el acceso a ciertos lugares depende de tener ciertas relaciones? ¿Del quién conoce a quién? ¿Qué implica esto? ¿Qué clase de relaciones favorece y cuáles no?

 

Cada vez es más común escuchar que las mujeres simplemente «no están interesadas» en ingresar a ciertos espacios. «Yo no discrimino», se dice, «las mujeres simplemente no me llegan». Aquí es importante decir que la cosa tampoco es tan sencilla. Puede ser, por ejemplo, que las mujeres sí estén interesadas en realizar una actividad específica, pero que simplemente no estén dispuestas a ingresar a un espacio que asumen es sexista (una presuposición que no me parece descabellada en muchos supuestos). Esto lleva a volcar, de nuevo, la mirada al espacio en el que se despliega una actividad: ¿qué pasa con el acoso en un lugar dado? (El tema del acoso laboral no es menor: ¿quién quiere estar en un trabajo en el que estará sometida a esta clase de violencia?) Aquí también importa el tema de la reconciliación entre la familia y el trabajo: ¿qué clase de horarios tiene un trabajo? ¿Permite tener vida fuera de él? ¿No? ¿Si alguien quiere tener vida familiar (hombre o mujer), qué ocurre?

 

Las preguntas que pueden hacerse son muchas más. Aquí apunto sólo a algunas con la esperanza de evidenciar a qué grado el que unas personas ocupen ciertos espacios depende no sólo de su talento o su «interés», sino de oportunidades que se configuran por la interacción de múltiples factores. Esto es lo que hay que analizar si se quiere cumplir con el reto que plantea la igualdad.

 

[1] Hace unas semanas . En ese texto se pueden encontrar vínculos a diversos estudios sobre el tema. También sugiero consultar  sobre la discriminación laboral, publicados por la Universidad de Harvard, para quien tenga un mayor interés en el tema.

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