Los ciudadanos chinos tienen un registro llamado “hukou” que incluye sus datos personales y familiares, y que de alguna manera limita la movilidad de las personas al interior del país. Ahora, todo está cambiando, incluido el famoso “hukou”.

Hace cinco años, un amigo inglés me contó de una especie de “escuela” improvisada, por un grupo de chinos caritativos, en la zona conurbada de Beijing, a donde él iba a dar clases gratuitas de inglés a los niños. Se trataba de hijos de trabajadores migrantes, no migrantes de otros países, sino chinos que en busca de un mejor ingreso económico y mejores oportunidades para sus familias, habían abandonado el campo para trabajar en la ciudad.

“¿Y por qué no inscriben a sus hijos en una escuela pública oficial?” le pregunté. “No pueden”, me dijo, “el ‘hukou’ no los deja”.

El “hukou” es el registro nacional que reúne todos los datos de cada ciudadano chino, incluyendo su lugar de nacimiento y el lugar de nacimiento de sus padres. Según este registro, las personas sólo pueden recibir servicios de salud y educación en su lugar de nacimiento. Muchas veces, los que salen de sus lugares de origen para trabajar en otra ciudad son los cabeza de familia, y dejan en su hogar a sus hijos, para que puedan seguir en la escuela y que tengan acceso a la salud pública.

Cada año, en vísperas del Año Nuevo Chino, se registra la migración masiva más grande del mundo. Millones de chinos viajan dentro de su propio país, se desplazan de una ciudad a otra, de un pueblo a otro, para pasar las fiestas con su familia.

Esto quiere decir que hay millones de trabajadores migrantes. Sin ir más lejos, en mi oficina, el 70 por ciento de los jóvenes que trabajan conmigo, no son de Beijing, sino de otras provncias. Ellos tampoco tienen el famoso “hukou” de Beijing, pero sus condiciones son diferentes a los de otros trabajadores, como empleados de la construcción u obreros.

En el caso de mis compañeros, hay varias atenuantes. En primer lugar, todos son egresados universitarios, lo que les permite conseguir mejores empleos. En segundo, la empresa que los contrata, Radio Internacional de China, pertenece al estado, por lo que, aunque no les otorga “hukou” de Beijing, sí les provee de seguridad social. Eso sí, si quisieran comprar una casa o un departamento en Beijing, simplemente no pueden.

Los más desprotegidos son aquellos que no están respaldados por una empresa “fuerte”, o que trabajan a destajo, como albañiles o carpinteros. A los hijos de esos trabajadores es a los que mi amigo inglés daba clases hace cinco años.

Hace pocos días, el primer ministro chino, Li Keqiang, anunció que el gobierno mejorará el sistema para otorgar permisos de residencia en las ciudades a los trabajadores migrantes. En 2014 había 273,95 millones de trabajadores migrantes, lo que representa un 20 por ciento de la población total de China.

Tal vez no lo sepan, pero el gobierno chino hace planes de desarrollo de cinco años, sus famosos planes quinquenales. Este año comienza el plan número 13 desde que comenzara este sistema, y uno de sus objetivos es que, para 2020, 100 millones de migrantes rurales cuenten con el registro de residencia urbano.

La verdad es que el “hukou” no es nada nuevo. Desde hace miles de años, literalmente, en dinastías tan antiguas como la Zhou (1046-256 b.C.), ya existía un registro de residencia que mantenía claro en donde habitaba cada quien. Y además, no es privativo de China. Por influencia de China, se extendió a otros países como Vietnam, Japón o Taiwán, pero también existió en Rusia, en la época socialista.

Este registro de residencia fue muy criticado, pues durante épocas de gran hambre, como el llamado “Gran salto adelante”, los campesinos se vieron, por ley, imposibilitados de buscar trabajo en las ciudades, y se tuvieron que quedar en sus pueblos o aldeas, a morir de hambre.

El sistema de registro “hukou” cumple con varias funciones. En primer lugar, recolecta y almacena información a cerca de la población, es un documento de identificación personal y certifica las relaciones entre personas y su lugar de residencia. En segundo lugar, es un sistema para la asignación de recursos y subvenciones para ciertos grupos de la población. Según me explicaban mis colegas, hay varios niveles de seguridad social, a los que la población tiene derecho, según su “hukou”.

Finalmente, gracias al “hukou”, el gobierno puede controlar la migración campo-ciudad. Como resultado, los “cinturones de miseria” que afectan a muchas ciudades del mundo, no son un problema grave en China.

La de mi familia es una historia de migración campo-ciudad, que comenzó una generación atrás, cuando mi madre dejó el hambre y la miseria de su natal Michoacán, para trabajar en la Ciudad de México. Si bien, como trabajadora doméstica no contó con ningún tipo de seguridad social, al menos mi hermana y yo, pudimos acceder a la escuela pública, contar con servicios de salud gratuitos y en general vivimos como “defeñas”.

El “hukou” es una más de las tantas particularidades chinas que tiene sus ventajas y desventajas, dependiendo del cristal con que se mire. Y de las desventajas, todo parece indicar que el gobierno se va a encargar de resolverlas, o al menos de aminorarlas.

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