Recientemente asistí al Foro Global de Crecimiento Verde (3FG) de América Latina y el Caribe en Santiago, Chile. En este foro y en el mundo de los negocios, estamos siendo testigos de cómo los asuntos de sostenibilidad y el crecimiento verde están transformando la economía real. En los próximos años, la energía renovable no convencional en Chile hará más del 70% de la nueva capacidad instalada. En Brasil, la segunda ronda de subasta para la energía solar atrajo inversiones por un valor de casi $3 mil millones, suficiente para generar más de 2 gigavatios de energía limpia. Y en Costa Rica, cuentan con sistemas de generación de energía a pequeña escala, como parte de su plan energético de generación distribuida del país.

Estas iniciativas en la economía real, apuntan hacia una cultura post-industrial que esta reconociendo los recursos naturales como bienes escasos y valiosos. Y esta cultura parece estar extendiéndose.

¿Y cómo saberlo? Echemos un vistazo al mundo de la inversión.

Hace unos meses, el CEO de BlackRock, Larry Fink, hizo un llamado a la acción en una carta a los líderes mundiales. En esta carta, animaba a las empresas del  S&P 500 a desempeñar un papel más influyente en la creación de valor a largo plazo. Seis semanas más tarde su firma lanzó una guía para inversionistas en asociación con Ceres llamadaCompromiso del Siglo XXI. La guía incluye estudios de casos por parte de inversionistas institucionales, explicando cómo involucraron en las operaciones de las empresas la sostenibilidad social y ambiental.

Carteras que están adoptando la sostenibilidad, el crecimiento verde y otras estrategias de impacto están creciendo. En los EE.UU, por ejemplo, los inversionistas fueron testigos de un crecimiento del 76%  en dos años. En el reporte del Foro de Inversiones Sostenibles y Responsables en el 2014 se estimó que hay cerca de $ 6,6 mil millones de activos “sostenibles” bajo gestión. Invertir en empresas social y ambientalmente responsables es visto como un deber del futuro y un medio de crecimiento en el valor de los activos a largo plazo. Y mientras que hay más trabajo por hacer, algunos inversionistas ya están tomando la iniciativa.

Por ejemplo, El sistema de Pensión de Maestros del Estado de California (CalSTRS) ha participado exitosamente con empresas en temas de diversidad, cambio climático, eficiencia energética y prácticas empresariales sostenibles. En T. Rowe Price, las actividades en la delegación de votos en las cuestiones ambientales y sociales se integran en su proceso de inversión de capital.

En el Banco Interamericano de Desarrollo, hemos visto un mayor interés en los inversionistas institucionales para desempeñar un papel en el crecimiento verde de América Latina y el Caribe. Un ejemplo es el proyecto de energía renovable más grande de Costa Rica,  Reventazón, el cual captura compensaciones de emisiones de carbono y promueve una iniciativa de biodiversidad. El proyecto  cuenta con un préstamo tipo B de $135 millones por un plazo de 20 años; Reventazón logró ser un record de plazo y colocación privada.

Y frente a la desinversión, el Guardian informó recientemente que 180 organizaciones han despojado más de $50 mil millones en acciones de compañías de combustibles fósiles. El perfil más alto de las entidades es el Fondo de Pensiones Mundial del Gobierno de Noruega. El fondo de US $ 850 mil millones dejó de invertir en 22 empresas basándose en sus emisiones de carbono y altos impactos en el cambio climático.

El mundo de la inversión controla grandes sumas de dinero. Este dinero puede influir en las decisiones de negocio a gran escala. Con el cambio climático amenazando la actividad económica y los medios de subsistencia, lo que hacemos con el dinero ahora es más importante que nunca. La asignación estratégica de activos ahora acelerará nuestra transición a una economía baja en carbono. No perdamos esta valiosa oportunidad.

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