La reina de la taquilla mexicana regresa para recuperar terreno. Luego de encontrar en Karla Souza a una digna contrincante (con aquel trancazo llamado Que Culpa Tiene el Niño), Martha Higareda regresa con una cinta que, para empezar, es ya una de las 10 películas mexicanas más taquilleras en EU, por encima de títulos como Amores Perros, El Crimen del Padre Amaro y Cantinflas.

Se trata de No Manches Frida, comedia pueril donde Omar Chaparro (a quien siguen en la intentona de venderlo como galán / héroe de acción) es un exconvicto que va en búsqueda de una maleta de dinero que su novia habría enterrado en algún lote baldío de la ciudad de México. El problema es que ahora se ha construido en el mismo lugar una escuela (el “Instituto Frida Kahlo”) por lo que nuestro raterillo de poca monta se hará pasar por maestro de la institución para entonces comenzar a excavar y dar así con su tesoro.

En el inter, Chaparro se encontrará con el personaje de Martha Higareda, una maestra bobalicona pero de buenos sentimientos. Para terminar de sazonar el asunto, resulta que la escuela padece de un serio problema de disciplina; uno de los grupos tiene fama de ser terrible, al grado que ningún profesor se atreve a darles clase. Adivinan pues, quién será el que los ponga en cintura.

Las películas de Martha Higareda son interesantes por el retrato (irremediablemente clasista) que hacen del país. Si Trump viera este nuevo filme, estaría de acuerdo con la visión que proyecta sobre México: un lugar lleno de rateros (aunque con buen corazón), prostitutas (buenísimas pero chistosas), adolescentes ingobernables e ignorantes, adultos incompetentes (los maestros de la escuelucha, donde por cierto uno de ellos es Adal Ramones...ese pobre tipo ya agarra cualquier papel que le pongan), narcotraficantes (“no te hagas, si cocinas crack en el sótano”), corruptos, adictos y pobres, aunque la película aclara que estos dos últimos son así porque quieren... o por no ir a la escuela.

Por más jugosa que sea esa interpretación, no sería del todo justa dado que el argumento no fue escrito pensando en México; resulta que esta película es el remake de una cinta alemana llamada Fack ju Göhte (Dagtekin, 2013), que en su momento rompió la taquilla de aquel país y cuyo argumento es exactamente el mismo. Bajo la dirección apenas funcional del español Nacho G. Velilla, No Manches Frida es una calca de aquel original.

Y digo calca porque, literal, la película de Higareda es idéntica  a la europea: conserva los mismos encuadres, los mismos chistes, la misma paleta de colores, las escenografías y hasta el póster y su tipografía son iguales. En algunos casos hasta la ropa de los actores es la misma. Pecando de una flojera extrema, lo único que hicieron sus guionistas (Laurence Rosenthal, Claudio Herrera, Sergio Adrián Sánchez) fue traducir el texto original y ponerle muchas mentadas de madre muy mexicanotas.

Y no es que me alarme ni mucho menos, pero esta cinta hace gala de un humor en extremo vulgar, donde las mujeres o son tontas (Higareda), o buenotas (la amiga de Higareda), o viejas histéricas (las otras maestras), o prostitutas (la novia del ratero), o blanco de burlas por su gordura (algunas alumnas) o su acné. En alguna escena de esta cinta, una adolescente recupera su autoestima cuando Omar Chaparro la lleva con sus amigas teiboleras para que le enseñen a maquillarse y vestirse como ellas; sólo así logra que el chico guapo de la clase voltee a verla.

Por supuesto, todo lo que yo pueda decir en este espacio sobre Higareda y su cine es inútil; No Manches Frida seguramente será un trancazo en taquilla. Nos guste o no, Higareda ha encontrado una vía de comunicación directa con aquel público que busca divertirse sin riesgo, novedad o consecuencia. Lo suyo es hacer cine que no exige ni se exige nada. Un cine que puede darse el lujo de ser mediocre, vulgar, misógino, y que sin embargo seguirá haciendo sonar la caja registradora. Caching!

@elsalonrojo

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