Si pensaban que el entorno ideológico y partidista en Estados Unidos ya estaba sobradamente polarizado a raíz de la victoria electoral de Donald Trump y ahora de cara a los comicios legislativos de medio término este noviembre, el anuncio del juez de la Suprema Corte Anthony Kennedy retirándose a sus 80 años ha detonado lo que es sin duda —con excepción de una potencial acusación en contra del mandatario por obstrucción de justicia o colusión— la batalla política más importante de la actual administración. Esta no se reduce solamente a si el nominado por Trump, el juez conservador Brett Kavanaugh —quien fuera integrante del equipo del fiscal especial Ken Starr que investigó al presidente Bill Clinton en los casos Whitewater y Lewinsky y luego fungiera como secretario particular en la Casa Blanca durante la gestión de George W. Bush—, será confirmado en el Senado. Están también en juego las mayorías demócratas en el Congreso a partir de noviembre y el centro de gravedad del partido camino a la próxima elección presidencial, así como la propia investigación del fiscal especial Robert Mueller acerca del papel ruso en los comicios de 2016.

Y es que el juez Kennedy, moderado y libertario, era la bisagra que inclinaba de uno u otro lado la balanza en la Corte entre los cuatro jueces conservadores y los cuatro liberales. En el contexto de la guerra cultural atizada por Trump y el peso que la política de identidad juega hoy en sectores progresistas de la sociedad civil, no es sorprendente que los demócratas, muchos votantes independientes y generaciones jóvenes de estadounidenses vean con enorme preocupación, ante la avanzada edad de dos de los cuatro jueces liberales de la Corte (Ruth Ginsburg y Stephen Breyer, de 85 y 79 años, respectivamente), la posibilidad de que Trump pudiese alterar de manera peligrosa el equilibrio de la Suprema Corte con una mayoría —de 6 a 3 o incluso 7 a 2— de jueces conservadores, cimentándola a la derecha. No solamente estarían en riesgo una decisión seminal como ‘Roe vs Wade’ en materia de aborto, al igual que fallos sobre matrimonio igualitario, discriminación, regulación en materia de armas, migración o redistritación electoral, por mencionar algunos de los más emblemáticos. De confirmarse al actual nominado del presidente la Corte podría, con una mayoría de 5 votos conservadores, ser un dique para eventualmente blindar legalmente a Trump en caso de que el fiscal Mueller buscase obligarlo a testificar o detone una bomba sobre la Oficina Oval.

Los demócratas, previsible y legítimamente, se han lanzado a las barricadas. “Esta es la batalla de nuestras vidas”, declaró la senadora Elizabeth Warren de Massachusetts, mientras que Kamala Harris, senadora por California y otra potencial contendiente para la nominación presidencial del partido en 2020, instó a que los demócratas en el Senado bloqueasen el voto de confirmación hasta después de noviembre, aplicando así el mismo antídoto que usó en 2016 el líder del Senado, el republicano Mitch McConnell, con el entonces nominado del presidente Barack Obama, otorgándole con ello a Trump la oportunidad de nominar y confirmar a un juez conservador para sustituir al fallecido juez Antonin Scalia (esta fue mi columna de 2016 sobre las implicaciones del fallecimiento de Scalia:
http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/arturo-sarukhan/nacion/2016/02/24/muerte-en-la-corte).

Pero los demócratas se encuentran contra la pared y enfrentan el sempiterno dilema entre el fin y los medios. Al ser minoría en el Senado (49 vs 51), tienen pocas posibilidades reales de bloquear la ratificación, a menos de que dos senadoras republicanas moderadas se les sumen. Y los demócratas están defendiendo 26 escaños en noviembre contra sólo 9 de los republicanos, incluyendo en 10 estados que Trump ganó en 2016. Esos demócratas tendrán que valorar el impacto electoral de sus acciones ante el riesgo de perder a votantes bisagra independientes, disgustados con Trump, pero que aún así quieren otro juez conservador en la Corte. Menudo dilema el que enfrenta el Partido Demócrata y su cálculo electoral para recuperar el Senado: lograr bloquear a Kavanaugh y blindar temporalmente el equilibrio ideológico a largo plazo de la Corte, con el riesgo de que los republicanos aumenten su mayoría en el Senado en función del número de escaños demócratas en juego en noviembre, o recular y cabrear al ala progresista del partido, radicalizando sus posturas y minando al centro demócrata, que será vital para recuperar votantes de cuello azul en 2020. Esa, así nomás, es la cuestión.

Consultor internacional

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