Hazem Sharif baja el volumen de la música; salió de la ducha y se dispone a arreglar la pequeña habitación que es su hogar en Aguascalientes: un cuarto con una litera, un escritorio, una cocineta y el baño. La melodía era del cantautor español Pablo Alborán, a quien conoció una vez que llegó a México y que le sirve para aprender el idioma, el cual considera sencillo porque es parecido al suyo.

El joven de 24 años se expresa con propiedad y consulta educado antes de emprender algún movimiento. “Es un buen musulmán, reza cinco veces al día, no bebe y es muy formal”, refiere Adrián Meléndez al platicar de la forma en la que Hazem rechazó la invitación de ir a un bar.

Hazem es kurdo (minoría étnica en Siria) y por eso el pueblo en el que se crió le enseñó la sencillez con la que se desenvuelve en su vida diaria; también por eso él vivió de manera distinta la guerra: su ciudad no fue destruida por los bombardeos, sino por los golpes certeros en la economía. “La guerra es muy diferente en las distintas ciudades de Siria. Por los bombardeos no podías viajar a otros lugares y te quedabas sitiado. Cada persona tenía que pelear por algo que no sabía qué era. Por esa razón uno decide dejar todo: familia y memorias; luego de 12 años de escuela en Siria, llegas a otro país a trabajar en restaurantes y cafés”, narra al pie de su cama.

Hazem tiene cinco hermanas y siete hermanos. Todos están separados y regados por todo el mundo: Siria, Irak, Suiza, Alemania y él está en México. “Tener a mi familia así es un sentimiento muy difícil, complicado, porque tu familia no puede estar junta. Pero puedes ver que eso es mejor para ellos, porque en Siria ellos tendrían que pelear. Es mejor estar fuera”, asegura, aunque uno de sus hermanos está en la milicia, combatiendo contra el ejército islámico en Mosul.

Él abandonó Siria en 2013 y llegó a Irak, donde estuvo durante tres años y donde conoció Habesha. Estuvo un mes más en Irán antes de arribar a México por medio de fondos otorgados por la cadena Cinépolis.

No terminó la preparatoria porque debía iniciar su servicio militar. No tuvo elección: pelear en el ejército sirio o salir del país. “Como sirios es muy complicado obtener los pasaportes. En los aeropuertos teníamos que dar muchas explicaciones”, relata.

Hazem quería ser ingeniero en informática, pero como refugiado al trabajar en organismos humanitarios descubrió que quiere dedicarse a la Gestión de Proyectos, en su caso, de ayuda humanitaria, que estudiará en el Tecnológico de Monterrey en Querétaro, puesto que teme al caos de la Ciudad de México. “Nosotros necesitábamos esta ayuda; sabemos que otros mexicanos no tienen acceso a la educación, por eso para mí es muy valioso que lo hagan. Tengo cuatro años que no veo a mi mamá y solamente quiero la oportunidad de terminar mis estudios. Esta ayuda significa que tenemos una nueva familia y es nuestra responsabilidad ayudarla”.

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