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A sus 40 años, Lina Hernández no planeaba ser madre. La noticia del embarazo le causó asombro porque por años ella y su esposo intentaron ser padres sin lograrlo. Luego vino la noticia cuando en su clínica familiar le dijeron que tenía cáncer de mama.

En diciembre de 2015 le fue detectada una protuberancia en el seno derecho, acudió a consulta y la enviaron a especialidad, donde le realizaron una biopsia; debía esperar un mes para saber si tenía algún tipo de cáncer o célula maligna. Casi al mismo tiempo se hizo una prueba de embarazo que resultó positiva.

Cuando fue por sus resultados le confirmaron que tenía cáncer. En ese momento les indicó a los médicos que estaba en el tercer mes de embarazo. De inmediato la canalizaron al Centro Médico La Raza para estudiar su caso y saber si el bebé se lograría o no.

A Lina le detectaron cáncer en una etapa clínica localmente avanzada “3B”, por lo que fue imposible que la operaran e iniciaron sesiones de quimioterapia por cinco meses.

Existía un mínimo riesgo para el producto porque habían pasado las primeras 12 semanas de gestación y de organogénesis (proceso de formación de los órganos de un ser vivo en desarrollo). Al término de la quimioterapia se determinó someterla a una cesárea y a la mastectomía. “Había un pequeño porcentaje de que el bebé tuviera alguna malformación, yo temía que ese porcentaje cayera en mi caso”, dice Lina.

Para esta mujer el embarazo debió ser algo fabuloso, pero al final no pudo disfrutarlo “porque me agobiaba que el angelito saliera bien y que los químicos que le estaban metiendo a mi cuerpo le afectaran”.

Su hija nació en junio pasado y, aunque el parto tuvo que anticiparse, la pequeña pesó 2 kilos, 100 gramos con talla de 47 centímetros.

Tras la cesárea, los oncólogos quirúrgicos ingresaron al quirófano y le realizaron una mastectomía radical modificada, en la cual se extirpó el seno para quitar el tumor.

Debido al tratamiento que recibió Lina no pudo dar de lactar a la bebé porque la leche no estaba en óptimas condiciones.

“Mi niña nació muy bien, la revisaron y está perfectamente sana, eso me deja con muchísima tranquilidad para seguir con mi proceso contra el cáncer”, afirma.

Aún faltan algunas radiaciones y después debe el seguimiento para detectar cualquier anomalía.

El apoyo más grande con que contó Lina en este proceso fue Aureliano, su esposo. “Me preocupaban muchas cosas, pero sus consejos, paciencia y que estuviera a mi lado me impulsaron a salir adelante”.

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