Ciudad del Vaticano.— Los mexicanos deben luchar todos los días contra la corrupción, el tráfico de drogas, la guerra, el crimen organizado, la desunión y la trata de personas, deben pelear por la paz. Es el exhorto que hizo el papa Francisco, quien a unos días de que arribe a México, dijo que ante los problemas que enfrenta el país, viene como un peregrino para rezar con todos.

“Si yo voy ahí, es para recibir lo mejor de ustedes y para rezar con ustedes, para que los problemas de violencia, de corrupción y todo lo que ustedes saben que está sucediendo, se solucione, porque el México de la violencia, el México de la corrupción, el México del tráfico de drogas, el México de los cárteles, no es el México que quiere Nuestra Madre, y, por supuesto que yo no quiero tapar nada de eso, al contrario, exhortarlos a la lucha de todos los días”.

En su mensaje reconoció que ante la situación que enfrenta el país, “ustedes están viviendo su pedacito, su pedacito de ‘guerra’ entre comillas, su pedacito de sufrimiento, de violencia, de tráfico organizado”.

Su Santidad respondió de esta forma las preguntas de 33 mexicanos que fueron recabadas por la agencia Notimex en ciudades de 10 estados del país y presentadas en forma de entrevista colectiva virtual al Pontífice; se trató de 16 mujeres y 17 hombres, algunos jóvenes, varios niños, pero también indígenas, ancianos y adultos que plantearon sus inquietudes a Francisco ante su visita los días 12 a 17 de febrero.

Jorge Armando de la Ciudad de México le pregunto:

¿A qué viene a México?, ¿qué nos viene a traer a México?

—Yo te quisiera decir que lo que más me mueve a mí es: ¿qué voy a buscar a México? Yo voy a México no como un rey mago cargado de cosas para llevar, mensajes, ideas, soluciones a problemas. Yo voy a México como un peregrino, voy a buscar en el pueblo mexicano que me den algo. No voy a pasar la canastita, quédense tranquilos, pero voy a buscar la riqueza de fe que tienen ustedes, voy a buscar contagiarme de esa riqueza de fe. Tengo ganas de ir a México para vivir esa fe con ustedes. O sea, que voy con el corazón abierto para que se llene de todo aquello que ustedes me pueden dar.

Ustedes tienen una idiosincrasia, una manera de ser que es fruto de un camino muy largo, de una historia que se fue forjando lentamente, con dolores, con éxitos, con fracasos, con búsquedas, pero hay como un hilo conductor. Ustedes tienen mucha riqueza en el corazón y, sobre todo, ustedes no son un pueblo huérfano porque se glorían de tener madre, y cuando un hombre o una mujer, o un pueblo no se olvida de su madre, te da una riqueza que vos no la podés describir, la recibís, la transmitís. Bueno, voy a buscar un poco todo eso en ustedes. Un pueblo que no se olvida de su madre, esa madre mestiza, esa madre que lo forjó en la esperanza. Conocen ustedes el chiste de aquel mexicano que decía: “Yo soy ateo pero soy guadalupano”.

Tenía sentido, de un pueblo que no quiere ser huérfano. Por ahí, quizás está la gran riqueza que yo voy a buscar. Voy como peregrino de ustedes y ¡gracias por recibirme!

Otros quisieron saber ¿qué es lo que representa para usted la virgen de Guadalupe, nuestra patrona?

—Estuve dos veces en México. Las dos veces fui a visitarla, a la Señora, a la Madre, a la Madre del Dios por quien se vive. La primera vez, en la vieja Villa. La segunda vez, en la actual Basílica, en el actual templo. ¿Qué siento por ella? Seguridad, ternura. Cuantas veces estoy con miedo de algún problema o que ha sucedido algo feo y uno no sabe cómo reaccionar, y le rezo, me gusta repetirme a mí mismo: “No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?”. Son palabras de ella: “No tengas miedo”. Es lo que más me dice ella.

Y no espero tanto el milagro de las flores. Siento eso, que es madre, que cuida, que protege, que lleva adelante un pueblo, que lleva adelante una familia, que da calor de hogar, que acaricia con ternura y que te quita el miedo: “No tengas miedo Juancito”. Eso es lo que yo siento delante de la imagen. Una de las dos veces que fui, me querían explicar la imagen y preferí que no, quedarme en silencio mirando. Dice mucho, es una imagen “decidora”, la imagen de una madre que cobija, que cuida, que está metida en su pueblo, con la tez de su pueblo. Eso es lo que siento delante de ella.

Lo que pediría es —pero como un favor a ustedes— que esta vez, que va a ser la tercera que piso suelo mexicano, me dejen un ratito solo delante de la imagen. Ese favor les pido.

Francisco ¿cómo nos ayudaría a afrontar esta violencia que está pasando aquí?

—‘Que nos traiga un poco de paz’, decía alguno de ustedes. La paz es algo que hay que trabajarla todos los días, es más —yo diría una palabra que parece una contradicción—, ¡la paz hay que pelearla todos los días!, hay que combatir todos los días por la paz, no por la guerra. Sembrar mansedumbre, entendimiento, sembrar paz. San Francisco rezaba: ‘Señor, hacé de mí un instrumento de tu paz’. Quisiera ser en México un instrumento de paz, pero con todos ustedes. Es obvio que solo no puedo, sería una locura si yo dijera eso, pero con todos ustedes, seremos instrumento de paz.

Y ¿cómo se amasa la paz? La paz es un trabajo artesanal, un trabajo de todos los días que se amasa con las manos, desde cómo educo yo a un chico, hasta cómo acaricio a un anciano, son todas semillas de paz. Palabra, caricia. La paz nace de la ternura, la paz nace de la comprensión, la paz nace o se hace en el diálogo, no en la ruptura, y ésta es la palabra clave: el diálogo; diálogo entre los dirigentes, diálogo con el pueblo y diálogo entre todo el pueblo.

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