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Carlos Silvestre fue compañero de pasillo de Nino Colman dentro del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente en la Ciudad de México y, sin esperarlo, fue ese compañero quien lo ayudó a recuperar su libertad tras haber pasado tres años de más en la cárcel.

Carlos trabaja haciendo limpieza en la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Ingeniería y Ciencias Sociales y Administrativas (UPIICSA), del IPN; tiene 30 años, vive con su madre y sus hermanas en la colonia Leyes de Reforma, delegación Iztapalapa, no tiene hijos ni se ha casado, aunque sí le gustaría formar su propia familia, pues está consciente que para tener hijos necesita tener un proyecto de vida. Si tuviera un vástago, le gustaría que se dedicara a la política, “que sea muy necio en su vida para conseguir lo que quiera (...) Cuando uno sale de ahí [prisión], se da cuenta de que se necesita esa garra”, dice a EL UNIVERSAL.

¿Por qué estabas en la cárcel?

—Ingresé por robo agravado el 7 de mayo de 2007, robamos un carro, pero sin llevárnoslo, sino que nos llevamos los objetos que había dentro, era lo que nos gustaba hacer cuando estábamos reunidos en la colonia. Sólo que esta vez sí hubo denunciante, no recuerdo bien la declaración de la denunciante, no la agredimos pero abrimos el carro en un centro comercial y nos llevamos la despensa y lo que traía. Nos identificó porque regresamos a querer robar otro carro. Llevaba casi un año haciendo eso.

¿Cómo te acercaste a Nino Colman?

—Por ahí de 2010, a Nino lo reubican del anexo 8 al dormitorio 8, ahí nos conocimos porque él era compañero de mi pasillo. Cuando nos conocimos, recuerdo que me prestó un libro y me dijo: ‘Si me lo regresas, te presto el que tú quieras’, entonces la causa de haberle regresado el libro fue la manera de frecuentarlo y platicar con él. Él sabía que yo necesitaba ganar dinero, porque dentro de la cárcel debes generarlo para gastos de uno. A la madre de Nino nunca le pedí dinero, era él quien me daba entre 30 o 50 pesos por ayudarle a su mamá. A Nino lo tras-ladaron al módulo Diamante, de Santa Martha, y perdí comunicación total con él. Esto pasó por ahí de 2011. Luego, ganó un amparo para que lo regresaran al Reclusorio Oriente y ahí nos volvimos a encontrar. Nunca supe que Nino le hiciera un documento a alguna otra persona hasta que lo intentó conmigo, me pidió las fechas de los ingresos, los totales de las firmas que había realizado en Santa Martha, los números de expediente, y sobre eso, de manera muy nata, creo, elaboró un incidente el 18 de noviembre de 2014 y ese mismo día lo presentó su mamá en la tarde y pocas horas después me mandó llamar el juez acerca del documento que había metido, porque pedía la compurgación inmediata de la pena por las malas notificaciones que había hecho el juez. El 20 de noviembre de 2014 logré mi libertad. Mi pena era de cuatro años y seis meses, y yo me quedé siete años y seis meses, por eso la Comisión Nacional de los Derechos Humanos solicitó se iniciará una investigación contra los servidores públicos que incurrieron en irregularidades.

¿Qué pasa cuando te informan que ya estabas en libertad?

—Cuando firmé, puse la fecha y puse que no tenía defensor de oficio, y le pedí al juez que me explicara lo que estaba firmando y no me quería decir, por lo que me mantuvo retenido dos días más. Les pedía que me dieran un documento para comprobar que estaba en libertad, pero el Juez 55 del Reclusorio Oriente nunca expidió ninguno; cuando salí, las autoridades, puerta por puerta te van preguntando cuál es el delito por el que llegaste, te piden la hoja y todo, pero yo salí sin ningún documento en mano.

¿Piensas volver a visitar a Nino?

—Sí, en estos días estoy esperando entrar para poder verlo.

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