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Hace apenas 20 días Yecenia Armenta salió en libertad, luego de que el juez del proceso le dio una sentencia absolutoria. Fueron cuatro años de prisión por un delito que no le comprobaron: haber asesinado a su esposo.

Antes, durante su detención por policías ministeriales, le hicieron firmar una confesión tras 15 horas de tortura. Vendada de los ojos, el que dijo ser su defensor de oficio, fue poniendo con tinta una a una las huellas de sus dedos de la mano derecha en los papeles para declararse culpable.

El 10 de julio de 2012, la mujer de 39 años fue detenida por policías vestidos de civil, luego de obligarla a salir de su automóvil. Después de ser golpeada, asfixiada y violada, la obligaron a firmar esa confesión.

Yecenia fue llevada por los policías a un lugar desconocido, en donde siguieron golpeándola continuamente y la asfixiaron poniendo una bolsa de plástico encima de su cabeza. En otro lugar la violaron. Fue hasta que amenazaron con llevarse a sus hijos, violarlos y asesinarlos que Yecenia cedió y confesó el asesinato.

Hoy, “me siento insegura, vulnerable, con miedo de todo, no encuentro mi espacio ahora, después de mi libertad, a pesar de que era algo tan añorado tenerla. Me ha sido muy difícil reintegrarme a la sociedad, pero mis hijos son mi fortaleza”, dijo en entrevista.

Ella es una de las 100 mujeres que Amnistía Internacional (AI) entrevistó en prisiones federales y que refirieron haber sufrido tortura u otros malos tratos como acoso sexual o abuso sicológico durante su arresto e interrogatorio, por parte de policías municipales, estatales, federales, o de miembros del Ejército y la Marina. Según el informe Sobrevivir a la muerte: Tortura de mujeres por policías y Fuerzas Armadas en México, 72 de ellas sufrieron abusos sexuales en su arresto o en horas posteriores. De las 100 entrevistadas, al menos 33 denunciaron haber sido violadas por elementos.

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