όχι, significa “no” en griego y aparece en todas partes de la capital, Atenas; lo lees en paradas de autobuses con carteles propagandísticos, lo chocas con la mirada en una y otra pared pintarrajeada por los rebeldes griegos.

El όχι, el “no” rebelde que aplastó las oscuras intenciones de la Troika de mantener esclavizado al pueblo, el όχι, el “no” contestatario que no pudo engañar al pueblo con todo y su maquinaria mediática para sembrar terror, όχι, el “no” del  triunfo del primer ministro Alexis Tsipras, el espaldarazo del griego de a pie al partido radical de izquierda Zyriza.

Los ciudadanos dijeron que no aceptan ni aceptarán las medidas de austeridad impuestas por sus acreedores, la Troika y que al mismo tiempo no quieren salir de la Euro zona.

Paradójicamente, los más 340 mil millones de euros que Grecia suma hoy en deuda total representan su principal debilidad pero también su principal arma de negociación, y es que si las relaciones con la zona euro quiebran, también quebrarán, ipso facto, las esperanzas de una recuperación de pago a corto plazo y peor aún, los titantes de la Troika, como Alemania y Francia, tendrían que enfrentar una crisis global del euro ante un dólar americano sumamente fortalecido.

A Grecia, a Tsipras y a los rebeldes, se les trata con pinzas en el delicado escenario de la negociación.

Tal vez por ello se dió la renuncia del ministro de finanzas, Yanis Varufakis, en las primeras horas del pasado lunes, un marxista radical convertido en negociador con los grandes capitales que estorbaba en una mesa donde los agravios ya sobran.

Pero a los griegos de a pie, la macroeconomía les pasa de largo, no están felices con la limitante de retiro diario de 60 euros, ni con la falta de trabajo y salarios dignificados, pero piensan que ese “no”, ha sentado las bases del cambio radical del país.

Hablan de una Grecia de justicia, de una Grecia que respeta los derechos humanos, de una Grecia donde se castiga la corrupción, de una Grecia que garantice universidades de calidad para sus hijos y un largo etcétera. Cualquier anhelo del pueblo, por más ilusirio que parezca, se engloba en el όχι, el “no” de la revolución.

Por ejemplo, un hombre de origen africano, protesta en Zintagma por el racismo sufrido mientras estuvo preso hace algunos meses, la historia es de terror, me cuenta de los neonazis, me habla de violaciones y humillaciones sexuales sólo por ser negro. Dice, empero, que el resultado del referéndum cambiará todo eso.

Creo que la mayoría, simplemente, no sabe lo que ha votado. O quizá me estoy amargando y no alcanzo a disfrutar de la victoria de la “rebelión”.

Pero no todo es un júbilo de la izquierda política, hay un 38 y pico por ciento de pesimismo en Grecia, los jóvenes meseros de las céntricas plazas en Atenas reclaman por una mayor afluencia turística, hay vacantes en casi todos los hoteles, salvo los que abarrotamos periodistas, y con desesperación un vendedor intenta convencer a cualquiera que pase frente a él, de visitar dos, tres o casi todas, dice, Islas Griegas en un día. Ellos votaron por el ναί, el “sí”, que les daba la seguridad de mantener a flote sus sencillos ingresos, ahora, temen perderlo todo.

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