Texto: Maibort Petit

Nueva York. - Para el 10 de enero de 2019 Venezuela estaba sumida en la más grande apatía respecto a su futuro. Desanimados y desesperanzados ante una oposición política desarticulada e incapaz de enfrentar al gobierno hegemónico y autoritario de Nicolás Maduro, los venezolanos parecían resignados a padecer esa realidad carente de oportunidades, de decrecimiento económico en razón del desmantelamiento del aparato productivo y con la inflación más alta del mundo en un país sin libertades en el que volver a la democracia solamente parecía ser una utopía.

Ante ese oscuro panorama, un camino se venía labrando desde el 5 de enero de 2016 luego de que (en diciembre de 2015) la oposición ganó en las elecciones a la Asamblea Nacional (AN), pero que era atacada desde el gobierno y el resto de los poderes públicos dominados por el oficialismo omnímodo que construyó Hugo Chávez desde su llegada al poder.

En ese disminuido coto democrático, el 5 de enero de 2019 asumió como presidente un joven diputado de Voluntad Popular, llamado Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez, de 35 años, nacido en La Guaira, estado Vargas, quien venía de ejercer la jefatura de la fracción parlamentaria de oposición y que el 11 de enero de 2019 sorpresivamente asumió las responsabilidades del artículo 233 de la Constitución referido a la manera en que deben cubrirse las faltas absolutas del presidente de la república.

Esto en razón de que la AN desconoció el gobierno de Nicolás Maduro, reelecto en unos comicios altamente cuestionados desde su propia convocatoria por una Asamblea Nacional Constituyente también considerada írrita, instalada en contravención a la Constitución. La mayoría de los venezolanos desatendió ambas elecciones y sus resultados fueron catalogados de fraudulentos nacional e internacionalmente.

Sobre estas bases, Guaidó prestó juramento como presidente encargado ante un cabildo abierto convocado en Caracas el 23 de enero de 2019. A partir de ese momento y gracias al inmediato reconocimiento formulado por Estados Unidos el cual se consolidó con un conjunto de sanciones contra funcionarios del régimen de Maduro —congelación de bienes, cuentas, la entrega de Citgo Petroleum al gobierno interino y la aceptación de sus embajadores designados— el nuevo mandatario sumó el apoyo de las democracias más representativas del orbe que ya superan las cincuenta naciones, además de las instituciones más importantes del mundo.

Como respuesta, Maduro arreció sus políticas antidemocráticas y coercitivas traducidas en más represión, arrestos arbitrarios, incremento de los presos políticos, cercenamiento de las libertades fundamentales, especialmente las de expresión y de prensa que derivaron en el secuestro, detención y procesamiento judicial de cada vez más periodistas venezolanos y extranjeros. Estos acontecimientos confirmaron lo que muchos pregonaban desde tiempos de Hugo Chávez y convenció a los renuentes a creerlo: Venezuela está sumida en una cruenta dictadura.

Es en esta realidad palpable en la que Guaidó ha sumado apoyos nacionales —reconstituyendo la unidad de oposición política— e internacionales a las premisas que se planteó en su juramentación y que ha estructurado paso a paso: cese de la usurpación del gobierno de Maduro, un gobierno de transición que reconstruya las instituciones democráticas y cree las condiciones que permitan el tercero de estos objetivos, unas elecciones libres y auténticamente democráticas.

Entre sus mayores retos está lograr el apoyo de una Fuerza Armada Nacional que en su mayoría sigue respaldando a Maduro a decir del ministro de Defensa, Vladimir Padrino. Para ello requiere de otorgar suficientes garantías que generen confianza en el cuerpo castrense de que no será procesado judicialmente durante una nueva administración.

La Venezuela actual está sumida en un gran caos en lo social, político y económico jamás visto, en el que el tiempo es igualmente un reto, pues Guaidó debe mantener la esperanza que el pueblo depositó en él con acciones inmediatas, pues la crisis que sufre no le permite entender las complejidades que este proceso conlleva. Por ello, debe aprovechar al máximo los efectos de las sanciones sobre las cuentas públicas del régimen.

La comunidad internacional está a la expectativa respecto a cómo administrará el joven líder el respaldo que le ha brindado.

* Maibort Petit es una periodista venezolana radicada como corresponsal internacional en Nueva York.

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