Líderes mundiales se dieron cita ayer para despedir con honores al ex canciller alemán Helmut Kohl, quien fue el artífice de la reunificación de Alemania en 1990 y promovió la unidad de Europa para asegurar una convivencia pacífica, consciente del sufrimiento causado por su país al Viejo Continente.

Su viuda y segunda esposa, Maike Richter-Kohl, se sentó rodeada por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker; el titular del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el de la Eurocámara, Antonio Tajani, en la ceremonia conmemorativa realizada en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo. La canciller alemana, Angela Merkel, tuvo a su lado al presidente francés, Emmanuel Macron, y al ex mandatario estadounidense Bill Clinton. España estuvo representada por el rey emérito Juan Carlos, su esposa Sofía y por el ex presidente de gobierno Felipe González, quien recordó a Kohl con cariño.

Los representantes de las instituciones europeas resaltaron el legado de Kohl para el Viejo Continente y evocaron el momento en que el ex canciller y el presidente francés François Mitterrand se dieron la mano en 1984 ante las tumbas de los caídos en Verdun, escenario en 1916 de una de las más sangrientas batallas de la Primera Guerra Mundial.

Juncker llamó a Kohl “un gigante de la posguerra” y añadió: “Aquí no está hablando el presidente de la Comisión, sino un amigo que se convirtió en presidente de la Comisión”. “Yo quería a este hombre”, dijo Bill Clinton, quien destacó que “Hillary [Clinton] decía que lo quería porque era la única persona con mayor apetito que yo”. Los discursos estuvieron llenos de gratitud hacia uno de los tres “ciudadanos de honor de Europa”.

Merkel agradeció a Kohl, quien la incorporó como la ministra más joven de su primer gabinete de la Alemania reunificada, aunque se distanció de él por un escándalo de donaciones ilegales. “Querido canciller Helmut Kohl, usted jugó un papel decisivo para que yo hoy esté aquí. Sin usted, la vida de millones de personas que vivieron detrás de un muro hubiera transcurrido de otra forma completamente diferente, también la mía... Gracias por las oportunidades que me dio”, dijo.

Luego, el féretro fue trasladado a Alemania y llevado en coche por su ciudad natal, Ludwigshafen, donde la gente aplaudió el paso del cortejo fúnebre. Después, sus restos fueron llevados en barco hasta Espira, la ciudad en la que Kohl se refugió de niño con su familia tras el bombardeo donde nació. En la catedral de Espira, el obispo Karl-Heinz Wiesemann ofició una misa de réquiem a la que acudieron 900 invitados, mientras otros varios centenares siguieron los responsos afuera en una pantalla gigante.

Los restos del ex canciller fueron inhumados en un cementerio cercano a la catedral de Espira. Los hijos de Kohl, Walter y Peter, no aisistieron al funeral, enemistados con la segunda esposa, a la que acusan de haberlo aislado de la familia. 

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