Mareo y dificultad para respirar fueron los primeros síntomas que sintió Fuad Sayed, de 47 años, uno de los supervivientes del ataque químico cometido el pasado día 4 en la ciudad siria de Jan Sheijun.

Sayed estaba en la calle cuando se produjo el ataque aéreo, a unos 200 metros de su vivienda. “Al principio pensé que se trataba de un bombardeo normal y me dirigí para ayudar en las labores de rescate a una casa donde residía una viuda con sus cuatro hijos; cuando llegué, la gente que estaba allí me dijo que ya los habían rescatado y empecé a sentirme mareado”, rememoró en declaraciones por teléfono.

“No podía controlar mi cuerpo y me quería sentar. Pero la gente me dijo que no era nada y que regresara a mi casa. Cuando llegué observé que algunas aves domésticas que tengo estaban como desconcertadas y empecé a sufrir espasmos”.

En aquel momento, Sayed perdió el conocimiento y no volvió a recobrarlo hasta que llegó a un hospital. Sayed está ahora ingresado en un centro médico cerca de la población de Maarat al Nuaman, junto a su mujer y sus hijos, que también sufrieron los efectos del ataque.

“Mi mujer sufre mucho todavía y está con suero, porque respiró mucho gas cuando salió a ayudar a la gente, mientras que mi hija de 20 años, y la otra de cinco, así como mi hijo de nueve años siguen ingresados”, dijo.

Junto a Sayed se encuentra una de las enfermeras que le atienden: “Les suministramos antibióticos y medicinas, y después suero e inyecciones, la gente tenía dificultad para respirar”.

Otro de los heridos en el bombardeo, Osama al Jaled, de 33 años, recuerda la trágica experiencia.

Narró: “Vi una columna de humo y noté que estaba cerca de la casa de mi hermano, así que salí hacia ahí”. La escena que se encontró al llegar a la vivienda de su familiar fue espeluznante. “Todos estaban tendidos en el suelo y jadeaban, les aventé agua, pero no respondían, así que salí a la calle para pedir auxilio a la Defensa Civil”, indicó. Sin embargo, resultó imposible obtener la ayuda. Entonces, “me desvanecí y desde entonces no me acuerdo de nada”.

Tanto Al Jaled como Sayed coinciden en que en ningún momento sintieron ningún olor especial y que tardaron en darse cuenta de que se trataba de un ataque con sustancias químicas. Al Jaled y Sayed pudieron salvar sus vidas, pero algunos de sus parientes fallecieron. Seis sobrinos de Sayed murieron, tres de ellos en centros sanitarios en Turquía, adonde fueron trasladados.

Un afectado por el ataque que ha perdido a todos sus familiares es Mustafa, de 13 años, el único de su casa que se ha salvado del fatídico bombardeo. Detalló: “Mi madre llevaba niqab [velo que tapa toda la cara menos los ojos], pero llegó un momento en el que ella empezó a tener dificultad para respirar”. Trató de quitarse el niqab, pero resultó infructuoso y acabó muriendo.

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