Lo que Barack Obama y los primeros 100 días de Donald Trump no quisieron hacer, el gobernador de California, Jerry Brown, lo hizo en menos de una hora. Otorgar el perdón a tres veteranos de guerra deportados años atrás pero nacidos en México y llevados de niños a Estados Unidos, donde estudiaron y crecieron.

Uno de ellos es Héctor Barajas, de 40 años. Sirvió como paracaidista en la 82da División Aerotransportada del Ejército de Estados Unidos y participó en la guerra “Tormenta del Desierto” en 1990. Fue deportado en 2004, después de purgar un año de cárcel por haber disparado en 2002 contra un vehículo estacionado en cuyo interior no había nadie. Desde entonces, este mexicano inició una lucha que dio frutos el pasado 15 de abril, cuando el gobernador Brown le otorgó un perdón que lo liberó de culpa y por ende de las razones de su deportación.

Barajas accedió a una entrevista exclusiva para EL UNIVERSAL.

¿Quién y cómo te avisó de este indulto del gobernador Brown?

—Honorably Discharger, Dishonorably Deported —Honrosamente Acreditados, Deshonrosamente Deportados— es una agrupación que presentó la solicitud de indulto al gobierno de California y Nathan Fletcher, un amigo y político que había sido congresista local y su esposa, pertenecen a ese grupo y nos ayudó, acercándose al gobernador para decirle sobre el caso de cinco de nosotros.

Después de revisar nuestros expedientes, decidió —Brown— darnos
el perdón a tres de nosotros.
Fue un momento increíble, maravilloso; casi no lo podía creer. Llevó tiempo pero valió la pena, no sabíamos qué iba a pasar porque nunca había sucedido algo así —un perdón de un gobernador—. Todo sucedió el 15 de abril. Abracé a Nathan como nunca había abrazado a nadie y estaban presentes varios compañeros veteranos deportados y todos estaban muy emocionados. Me entregó los papeles firmados por el gobernador, fue increíble.

¿Qué sucedió después, qué te dijo Nathan?

—Nathan estaba igual de contento que yo, era una alegría demasiado grande. Todos me abrazaron y lo abrazaron a él también. El papel del perdón se los mostré a todos y pues era como una fiesta, todos estaban contentos porque esto abre una puerta para otros compañeros que… quisiéramos que a todos los perdonen, pero es una labor que tengo que hacer yo también ahora que regrese; porque algunos de los que están aquí los juzgaron en otros estados de Estados Unidos.

¿Entiendo que tú fundaste hace algunos años una asociación que de alguna manera también ayudó para esta decisión de Brown?

—Yo fundé en Tijuana, Baja California, la agrupación Deported Veterans Support House, que es un albergue para veteranos deportados. Según me dicen sí ayudó, es como un buen comportamiento y un acto de solidaridad y misericordia. Pero la verdad, también me dijeron que el gobernador comentó que nosotros ya habíamos pagado con cárcel y tiempo de libertad bajo fianza y que no era justo un castigo tan terrible como sacarnos del país donde crecimos pero especialmente al que servimos a riesgo de nuestra propia vida. Somos militares y eso nos ha ayudado, pero hemos tenido compañeros que se han suicidado. Aquí no tenemos ninguna atención médica especializada y tampoco tenemos las prestaciones que merecemos como veteranos de guerra.

Estás ahorita en Ciudad Juárez, Chihuahua. ¿Qué haces ahí y por qué no has cruzado a EU?

—Antes de que me deportaran yo ya había iniciado un trámite de residencia y ciudadanía legal, pero todo se detuvo en 2004 y ahorita estoy reiniciando todo para entrar ya como ciudadano —de Estados Unidos— y un requisito es venir al Consulado americano de Ciudad Juárez para el trámite.

¿Quién te espera en EU?

—Mi hija Lily, mi niña de 11 años. Ya hablé con ella, está muy contenta y pues yo más. Sí nos veíamos porque ella es estadounidense y me traían para estar juntos, pero ahora ya voy a poder verla cada vez que quiera y que se pueda.

¿Cómo piensas ayudar a tus compañeros que se quedan ahora que estés en Estados Unidos?

—Pues vamos a pedir asesoramiento y el apoyo de abogados que nos ayuden a recorrer los estados de donde ellos —los veteranos deportados— fueron juzgados y pagaron su delito, para buscar el perdón de otros gobernadores y con la ayuda del grupo de Nathan y otros políticos locales en cada lugar vamos a buscar que puedan regresar. Vamos a necesitar fondos, pero creo que la gente nos va a ayudar.

Héctor Barajas es uno de los 239 veteranos de guerra indocumentados que diversas administraciones anteriores a la de Trump enviaron a México. Se calcula que alrededor de 400 están regados en distintas partes del mundo, pero que creen que este perdón del gobernador de California abre una opción inédita para que poco a poco puedan ir regresando.

Aunque desde hace décadas un indocumentado no puede aspirar legalmente a formar parte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, se sabe que muchas veces los reclutadores se hacen de la vista gorda y los dan de alta; sin embargo, ello no garantiza que el indocumentado obtendrá la residencia legal o la ciudadanía después de prestar sus años de servicio. Sólo residentes legales que se alistan están en posibilidades, en el marco de la ley, de convertirse en ciudadanos, si lo solicitan, después de su entrenamiento básico.

Actualmente se dan de alta en las Fuerzas Armadas estadounidenses un promedio de 35 mil hombres y mujeres que no son ciudadanos, de acuerdo con datos del Departamento de Defensa de este país.

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