Madrid.— Federico Lombardi deja el domingo la portavocía del Vaticano. El puesto de este sacerdote de 74 años lo ocupará Greg Burke, un estadounidense que fue reportero de la cadena Fox, de 56 años y numerario del Opus Dei. El papa Francisco apuesta por un nuevo perfil, más joven y periodístico, en un mundo que gira cada vez más deprisa.

Lombardi relevó en julio de 2006 a Joaquín Navarro Valls, quien revolucionó la comunicación vaticana con Juan Pablo II al apostar por la exposición mediática como instrumento pastoral. Lombardi representó el regreso de Benedicto XVI al viejo orden, recuperando para el puesto a un italiano religioso (Navarro era español y laico), y además jesuita.

Lombardi es un personaje apreciado incluso por los periodistas más críticos con su estilo pausado. Un hombre culto, moderado y afable que gestionó Radio Vaticano y el Centro Televisivo Vaticano.

Nada más llegar a la portavocía le tocó lidiar con su primer incendio. Un discurso de Benedicto XVI en Ratisbona ofendió a los musulmanes por subrayar las relaciones históricas del islam con la violencia. Los escándalos se sucederían en ese papado: las filtraciones del caso VatiLeaks, la revelación de que el Pontífice perteneció a las juventudes hitlerianas, los casos de pederastia en la Iglesia... Todo lo que podía explotar le tocó a Lombardi. Como broche de oro, una situación insólita: la renuncia del propio Papa, el 11 de febrero de 2013.

El papado de Francisco tampoco trajo tranquilidad a la vida de Lombardi, sobre todo con el segundo VatiLeaks, que acaba de concluir con la condena de dos colaboradores de Francisco.

Nacido en Saluzzo, Piamonte, Lombardi estudió Matemáticas y Teología en Alemania. En 1972 fue ordenado y comenzó a trabajar como periodista en publicaciones jesuitas. En 1984 asumió la dirección de la Compañía de Jesús en Italia. En 1991 se incorporó a Radio Vaticano y en 2005 ascendió a director.

Sus defensores dicen de él que tiene más paciencia que el santo Job por lidiar con las extravagantes peticiones que llegan al Vaticano. Se ha hecho famosa la franqueza con que contesta: “Debo decir que no lo sé”, cuando le preguntan por los planes o pensamientos íntimos de un Papa. Sus críticos opinan que su inmovilismo agravó las crisis de imagen de la Santa Sede.

Lombardi decidió renunciar por encontrarse fatigado. El Pontífice nombró entonces a Burke y a una periodista española como segunda, revelando la importancia que Francisco otorga a su idioma y la Iglesia de América Latina.

Burke, quien ya era el segundo de la comunicación vaticana, dijo al Corriere della Sera cuando llegó a ese cargo en 2012: “Yo veo la comunicación de la Santa Sede como un gran barco que maniobra lentamente. No entraré en esa máquina al estilo de los marines, sino que lo haré con prudencia. Espero poder echar una mano para que esa antigua máquina de comunicación pueda dar un paso hacia adelante”. Lombardi, el capitán del viejo barco, se retira.

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