“No hay mal que dure cien años y ni cuerpo que lo resista”. Proverbio popular que puede ayudar a entender lo que pasó ayer en Venezuela, con la contundente derrota del chavismo que abre una nueva etapa en la prolongada crisis venezolana, pero que a la vez ayuda a entender, lo que transita por la Argentina y lo que podría desatarse en Brasil, en unas cuantas semanas más.

El proverbio mueve a la esperanza, pero la esperanza anda tan en extinción como el alcornoque y más vale ser cautos para no andar regalando lo que no abunda y sufriendo en balde. La oposición venezolana obtuvo la mayoría en la Asamblea Nacional, y dio un paso importante para frenar los embates y bestialidades de un gobierno que carece de líderes y de lógica. Luego deberá articular acuerdos internos, para que lo que diga María Corina Machado no colisione con lo que dice e Henrique Capriles y luego lo desdiga desde la cárcel Leopoldo López. Fueron 17 largos años de todo menos racionalidad, como para despertar expectativas dentro y fuera del país. Por eso el fracaso, como alternativa, no les estará permitido, si lo que se busca es reencausar a a un país que en los últimos tres lustros perdió múltiples oportunidades de cambiar su estructura social.

A partir de ahora, habrá que prestar atención a cada movimiento interno en el chavismo, donde los pases de factura y las divisiones se multiplicarán, ante la posibilidad, cada vez más concreta, de que Nicolás Maduro, no termine su mandato, tal como salió de esta elección: políticamente, herido de muerte.

Hoy, al caer la tarde, el Congreso brasileño ya tendrá una comisión integrada para formalizar la acusación contra la Presidenta, Dilma Rousseff, en lo que será el primer paso del proceso de “empeachment” al que es sometida. La mandataria, está signada a terminar de la peor forma el peor año de su presidencia. Con una caída del PIB cercano al 3%, con los estudiantes en las calles protestando contra la reforma universitaria y con lo s empresarios analizando escenarios sin ella en el Palacio del Planalto. Habrá que ver cómo juega a su favor la movida de Luiz Inácio Lula DaSilva de convocar a la militancia a las calles a “defender la democracia” y las variables económicas.

En Argentina son los últimos días de una presidenta que en su fuero íntimo, se niega a dejar el poder. Cristina Fernández de Kirchner acaba de provocar un escándalo al no acordar con su sucesor, Mauricio Macri, la ceremonia de traspaso de poder. Un papelón más en un país

donde la dirigencia en su conjunto está abonada a los despropósitos.

De hecho, la elección, días pasados, del presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), algo así como un poder factico en ese país, terminó en escándalo y con el presidente electo, Mauricio Macri, sin poder abstraerse de las críticas. Ex presidente del Boca Juniors, fue la fallida elección en esa organización investigada por el escándalo de la FIFA, por donde se dejó ver la costura de lo que podría ser su gestión, junto a algunos nombres cuestionables en su equipo como el caso de la ministra de Seguridad, Patricia Bulrrich.

Para un sector de la prensa, la esperanza que despierta Macri después de 12 años de intentos hegemónicos del kircherismo, se asemejan a los que despertó Raúl Alfonsín, en 1983 con la recuperación de la democracia. El paralelismo suena un poco apresurado, teniendo en cuenta el origen del macrismo, el pasado del presidente electo en el Boca, donde mantuvo aceitadas relaciones con Julio Grondona y toda la “mafia” del fútbol y las trabas y el campo minado que le deja el kirchnerismo. Por ahora, todas las señales que envía el MAcrismo a la sociedad de parecen más a los acostumbrados mensajes de los pastores de la Iglesia Universal que al de funcionarios y mandatarios que toman decisiones para salir del atolladero que montó el kirchnerismo. Mensajes del tipo “¡Pare de sufrir!”.

A partir del jueves, Macri y su equipo tendrá dos meses más que arduos, cargados de medidas y de anuncios para provocar un sjock de confianza en medio de una devaluación que sincere la economía actual, fruto de los desmanejos de los últimos años. Para saber cómo será la experiencia postkirchnerista, habrá que dejarla caminar, sin despilfarrar esperanza de parte de una sociedad abonada al despilfarro en todo sentido y entendiendo que la región, donde los Chávez, los Correa y los Kirchner, prometían un siglo por delante de relatos desarticulados de la realidad, como todo en la vida, tiene un principio y un final.

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