Por José Vales

Buenos Aires.— La Organización de Estados Americanos (OEA) viene de atravesar un “largo periodo de irrelevancia” que no pudo ser revertido “durante la gestión de (José Miguel) Insulza, afirma en entrevista con EL UNIVERSAL Mónica Hirst, quien no sólo es una de las analistas políticas más respetadas de América Latina, sino la persona que siguió más de cerca el derrotero de las relaciones interamericanas en las últimas décadas.

Brasileña, residente en Argentina, ex asesora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), de las cancillerías brasileña y colombiana, entre otras, y ex titular en Argentina del Centro de Estudios Brasileños, Hirst se desempeña actualmente como profesora en el Área de Cooperación Internacional en la Universidad Nacional de Quilmes. Sobre lo que viene con el ex canciller uruguayo, Luis Almagro, se muestra “poco optimista”, porque las relaciones diplomáticas uruguayas en los últimos años “fueron de corte presidencialista”.

¿Cómo analiza el rol de la OEA en el contexto regional a lo largo de los últimos años y principalmente en la etapa de la gestión de José Miguel Insulza?

—La OEA viene de un largo periodo de irrelevancia. Varias décadas de demostrar la falta de peso en lo que a relaciones internacionales respecta. Sin una agenda que se destaque y sin encontrar su lugar en los nuevos tiempos que se fueron dando, principalmente con la irrupción de otros foros como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

¿A partir de cuándo cree usted que el organismo comenzó a perder relevancia?

—Desde hace aproximadamente 15 años. Creo que no logró reconvertirse en el escenario regional que se fue gestando una vez terminada la Guerra Fría. Por eso nos encontramos hoy con que la cumbre hemisférica termina siendo un espacio más importante para resolver situaciones que la propia OEA. También hay que tener en cuenta que la agenda regional fue perdiendo relevancia tras el reforzamiento de la seguridad que se dio luego de 2001 (los atentados en Estados Unidos).

Usted habla de 15 años a esta parte. Eso coincide con las críticas que recibió el organismo en el fraude electoral del fujimorismo (en Perú), en el golpe contra el gobierno de Lucio Gutiérrez (Ecuador 2003-2005) o en la situación planteada en Venezuela a partir de abril de 2002...

—El papel de la OEA en lo que a Sudamérica respecta se fue desdibujando. En la actualidad, los dos temas centrales de la relaciones interamericanas son la paz en Colombia y la nueva etapa que se abre entre Cuba y Estados Unidos. Una etapa que estuvo precedida, primero, por una nueva relación entre Cuba y América Latina. En ninguno de esos dos asuntos aparece jugando un rol determinante la OEA.

En algún momento se la llegó a sindicar como una suerte de “gerencia” de Estados Unidos para América Latina. ¿Hoy ese apelativo carece de sentido?

—Eso fue cuando el organismo servía porque Estados Unidos tenía a América Latina como su área de influencia. Pero los intereses de Estados Unidos van por otro lado.

Hoy ya no le interesa, porque un organismo semejante es caro y siempre abierto a las críticas de todo tipo. La OEA conserva cierta experiencia en materia de observación internacional que, a pesar de todo, sigue siendo efectiva, pero hoy resulta un territorio más eficaz para la solución de conflictos o para desarrollar las relaciones interamericanas la Cumbre de las Américas que la propia OEA, como acaba de verse recientemente con el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Y su opinión sobre lo que fue la gestión de Insulza.

— En el comienzo parecía que su estrategia funcionaría, pero se vio que no pudo revertir el rol del organismo. Por momentos se lo vio en un rol muy enérgico a la hora de conducir el organismo, en otros se lo veía más interesado en volverse a Chile a dedicarse a sus asuntos políticos.

¿Cómo observa el futuro de la OEA?

Soy bastante escéptica respecto al futuro. No sólo por la nueva situación en el hemisferio, sino también porque no vi en (Luis Almagro) en Uruguay una política internacional de peso.

No vi en Almagro a un líder en la materia, porque la política internacional uruguaya del último periodo fue, para mi gusto, demasiado presidencialista.

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