Marta habita un predio en alto riesgo situado a mitad de una montaña en Tierra Colorada. Ella y sus familiares habitan dos pequeños cuartos hechos de cemento y con techumbre de lámina.

Hace quince días se presentó una lluvia de gran intensidad que se llevó parte de su entrada: unas escaleras de cemento, las cuales hoy remplazó con maderas sobrepuestas.

Ella vive en la calle Jacarandas y para ingresar a su casa se debe tener mucha precaución, pues las maderas apiladas no cuentan con ninguna protección.

Aunque el delegado Arturo Medina le explicó que el talud donde se encuentra su vivienda “está en un corte vertical de 90 grados lo que hace que cualquier lluvia pueda desprenderlo y esto, a su vez, incrementa el peligro para quienes viven ahí”, la señora Marta aseguró que no se retirará del lugar.

“Nosotros hemos vivido aquí durante 20 años. Ya se iba a fincar, de este lado era patio y nos dijeron en la delegación que nos iban a ayudar a poner un muro de contención, entonces se escarbó y se comenzó a caer. Todo se me desbordó porque ya teníamos la escalera de cemento”, comentó.

Al ver las condiciones de su casa, Arturo Medina le indicó a Marta que la precipitación pluvial ha colocado a su inmueble en situación de riesgo, “de lo que llamamos riesgos hidrometeorológicos qué tienen que ver con la caída de lluvia y arrastre de materiales”.

Por tal motivo, le ofreció la posibilidad de acudir a un albergue. Ella contesto con un rotundo no.

“Lo que yo quisiera es que me ayudaran a poner una bardita para que se detuviera eso”, pidió refiriéndose al deslave.

En el hogar de Marta se observa una grieta sobre el suelo, una abertura que delata el riesgo inminente en que se encuentra.

“La temporada de lluvias es peligrosa”. En ese mismo predio vive Ana Lilia, de 27 años, quien confiesa su temor a la temporada de lluvias: “es muy peligrosa, la pasamos con mucho miedo”

La joven mencionó que hace tiempo intentaron levantar un muro de contención, para evitar un deslave, “pero vinieron los de la delegación y nos dijeron que esta zona no está regularizada y nos detuvieron la obra, ya no pudimos hacer nada”.

Para Ana tampoco es opción acudir a un albergue, porque “a veces se los llevan a albergues y después ya no pueden regresar a sus casas, entonces descartamos la posibilidad de irnos a otro lado y dejar nuestro hogar”.

Considera que la única solución viable sería una reubicación, “pero por falta de economía no podemos, por eso estamos aquí, si tuviéramos posibilidades ya nos habríamos ido”.

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