"Ambos podemos coexistir"
David Fuentes

“Buena tarde, mi nombre es Israel Ortega y me toca atenderlo”, dice el chofer de Uber quien se distingue del resto de los taxistas. Usa traje, corbata, loción y te abre la puerta del automóvil 2014 que conduce.

Es un Jetta azul, impecable por fuera y por dentro, “en la bolsa del asiento hay una botella de agua, es para usted, ¿tiene pila en su celular o le ofrezco el cargador?”, es el primer diálogo que se da entre el usuario y el chofer, pues de antemano, gracias a la aplicación, el ya tiene marcado en su celular el destino final que se solicitó apenas cinco minutos antes.

“La primera ruta que me indica el GPS está bien o buscamos una alterna”, pregunta Israel, ingeniero de profesión que debido a un recorte en la empresa tuvo que buscar un nuevo empleo. Dice que Uber es lo mejor que le ha pasado, le pagan cada semana y recibe hasta 30% de las ganancias (más de tres mil pesos).

“Esta polémica entre Uber y los taxis no debe ser, ambos podemos existir tranquilamente, no somos ni más ni mejores que ellos”, asegura.

Se podría pensar que el servicio es elitista, pero comenta que “lo mismo me han tocado servicios en Tepito, Iztapalapa, La Merced, la Central de Abasto”.

El chofer de Uber, antes de prestar sus servicios a la aplicación, es sometido a un riguroso examen de conducción, se le solicita antidoping de manera constante así como antecedentes penales a nivel federal; después de este primer filtro son capacitados para dar un buen servicio.

"Nos obligan a ser mejores"
Gerardo Suárez

Alfredo Tovar García enciende su auto y al mismo tiempo se escuchan los boleros de Los Tecolines, uno de los tantos discos pirata que le acompañan todos los días en la ruleteada.

Desde hace 48 años trabaja como taxista, labor que le permite mantener a su esposa y con la que logró sacar adelante a sus cuatro hijos, quienes ya le siguen sus pasos.

Trabaja en la base situada afuera del Auditorio Nacional, en la zona de Polanco, donde el banderazo es de 24.80 pesos. Ahí bromea con sus compañeros sobre la “competencia desleal” que les representan las empresas Uber y Cabify.

Alfredo maneja, un Dodge Attitude 2004, porta placas específicas de taxi, pero incumple con la cromáticia oficial guinda y oro.

Adornó el interior con un diamante de bisutería, dice que es “para atraer el amor y la fortuna”, aunque asegura que le cayó la mala suerte cuando se casó. Pero su mayor tesoro son los discos de boleros y danzones que lo desestresan en las 10 a 12 horas de trabajo diarias, en las cuales obtiene mil pesos diarios. De esa cantidad le quedan 400, “porque hay que descontar la gasolina y comidas”.

Dice que el gobierno capitalino no prohibirá Uber: “Están fuera de la ley pero ahí hay mucho dinero y al gobierno le gusta el dinero”.

A la par admite que en su gremio hay abusos al usuario: “Sí nos afecta porque nos están tumbando trabajo, pero en algunas cosas nos obligan a trabajar como ellos: bien limpios los carros, y uno bien limpio y perfumadito”.

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