Podríamos definir el gobierno de Donald Trump como una espiral de crisis originada desde la campaña, en la que cada semana encontramos una nueva versión de lo inverosímil —en el marco del anterior orden mundial— y antítesis variadas a la premisa de comunicar para contener durante un incidente crítico que puede poner en riesgo la reputación de una nación y su mandatario.

La espiral ha caído más bajo, con una crisis que está lejos de terminar y donde la imagen de la Casa Blanca tuvo todo que perder a nivel internacional. Aun así, la administración no ha dejado de esparcir pólvora a modo de declaraciones, tuits, expresiones, gestos y hasta indumentaria, llevando a otro nivel el “no entienden que no entienden”.

Los videos e imágenes de “refugios” filtradas por las propias autoridades norteamericanas, fue el amplificador que situó la política estadounidense de “Tolerancia Cero” como una crisis de máximo nivel. Estábamos viendo niños menores de cinco años devastados por la angustia y el miedo de ser separados de sus padres, mientras los agentes se burlaban.

Cuando el mundo, literalmente, se les fue encima, la primera reacción del equipo de comunicación de la Casa Blanca fue “todo lo que Usted nunca debería hacer durante una crisis”: minimizar el asunto, seguido de culpar a los demócratas, buscar que sus seguidores más férreos en el gobierno respaldaran su postura y salirse del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Sin lugar a dudas esta es una crisis auto infligida, la política de “Tolerancia Cero” era más un discurso (hostil y adverso a los derechos humanos) que un plan y al momento de ejecutarlo todo se salió de las manos. Trump no tuvo más remedio que firmar una orden ejecutiva que detuviera la separación de familias a futuro, con esto esperaba agradecimiento y alabanza, o mínimo que la crisis se detuviera, pero estaba lejos de ser suficiente.

De nueva cuenta nadie en su equipo sabe cómo responder los cuestionamientos de los medios de comunicación. Sarah Huckabee, vocera de la presidencia, y Kirstjen Nielsen, titular de la agencia de Seguridad Nacional, han sido vapuleadas por la opinión pública y es evidente que no cuentan con un mensaje de contención, mucho menos un mensaje claro o unificado, por lo tanto apelan a defensas débiles, o peor aún, el silencio.

Ni siquiera la “cara suave” de la presidencia, Melania Trump, ha dado un buen mensaje. En cuestión de días pasó de declarar que “haría todo lo posible para ayudar a que las familias se reúnan” a llegar a uno de los centros de Texas portando una gabardina con la leyenda “No me importa, ¿y a ti?” provocando de nueva cuenta indignación generalizada.

Este gran error ejemplifica perfectamente el deficiente estilo de comunicación del titular en la Casa Blanca: una hora después de que la vocera de Melania dijera que “no había mensaje tras la gabardina”, Trump tuiteaba que era un mensaje claro para los medios deshonestos y por la tarde presentaba a “familias permanentemente separadas” presuntamente por culpa de indocumentados.

Se dice que Washington quiere dejar atrás este incidente, recordemos que estamos en pleno periodo electoral; sin embargo, la falta de empatía lleva al presidente a tomar decisiones que equivalen a gasolina, pues su principal interés no es contener, mucho menos resolver, es conseguir que quienes lo critican finalmente le den la razón. El panorama a futuro se pronostica explosivo.

Internacionalista y socia de Meraki México

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