Los nuevos libros de texto de la SEP para niños de primero de secundaria (12 o 13 años) abordan la sexualidad humana de una manera burda y un moralismo tan torcido que raya en el absurdo. Lo anterior es una violación del derecho humano de los padres de familia a ser los primeros educadores de sus hijos; la educación sexual es de suma importancia en un mundo altamente sexualizado, donde al Estado le corresponde únicamente abordar el tema desde el punto objetivo de la ciencia.

La parte moral sobre cómo vivir, usar esa sexualidad les corresponde exclusivamente a los padres de familia. Y si el Estado considera que los padres no estamos capacitados para la educación —lo cual puede ser válido—, también debe reconocer que los maestros tampoco tienen la capacidad para dar esta educación. Asimismo, el hecho de que los padres no estemos capacitados para dar la educación sexual necesaria a nuestros hijos, no legitima al Estado para usurpar nuestra función.

En todo caso le corresponde una función subsidiaria de extrema importancia que es la de educar a los padres; pues esa educación sexual tan valiosa llegaría a través de aquellos que más aman a esos chicos y habría armonía entre lo que se dice en la escuela y en la casa.

Desafortunadamente, en un país regido por el relativismo de la ideología de género, la educación del Estado choca frontalmente con la de los padres de familia, generando una grave confusión en los chicos, que de por sí, por su edad, están en etapa altamente confusa.

La perversión del gobierno de Peña Nieto llega al extremo de decirles a los chicos y chicas de primero de secundaria que “…tienen derecho de relacionarse libremente y formar parejas…”; ¡a los 12 años…!

También les hablan sobre sus “derechos sexuales”, lo cual es una mentira. No existen los derechos sexuales, nadie tiene derechos sexuales, ni siquiera los adultos; no existe un solo tratado internacional sobre derechos humanos que hable de “derechos sexuales”. Asimismo, les hablan de erotismo, de que se masturben, de que pueden optar ser heterosexuales, homosexuales, bisexuales o transexuales… Y en esto último, no es posible que el Estado les hable a los niños de que pueden ser transexuales, cuando esta condición es reconocida como un trastorno mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS-ONU).

Algunos dirán que ya se quitó la transexualidad del catálogo de trastornos mentales de la OMS, pero lo que ocurrió realmente fue que un grupo de burócratas de la ONU hicieron una propuesta a la Asamblea General, que es la que manda, de que se cambie la transexualidad de un trastorno mental a una disfunción sexual llamada: “incongruencia de género”. Dicha propuesta se votaría en 2019 y, de ser aprobada, se implementaría en el 2022. Esto es difícil de que prospere, pues no se ha realizado estudio alguno que sustente dicha propuesta.

En síntesis, el gobierno insiste en querer obtener mejores resultados haciendo lo que ya mostró ser un fracaso. Y la mejor prueba la constituyen las más de 400 mil adolescentes embarazadas cada año, y que nos han dado el deshonroso primer lugar de la OCDE en este tema.

Lo que está haciendo el presidente Peña Nieto, que no es más que una continuación de la perversión que iniciaron Vicente Fox y Felipe Calderón del PAN, seguirá trayendo graves consecuencias para nuestros adolescentes; quienes en estos tiempos, se convierten en niños con cuerpos de hombres o niñas con cuerpos de mujeres, debido a que su cuerpo se desarrolla más rápido y su madurez se alcanza más tarde.

Presidente del Consejo Mexicano de la Familia

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